El suceso del cardenal Carlo Maria Martini [versión disponible en español]
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EL SUCESO DEL CARDENAL
CARLO MARIA MARTINI
El martinismo es aún más insidiosamente peligroso del rahnerismo, al cual es el fundamento teológico. De hecho, Rahner tiene principios epistemológicos, lógicos y metafísicos contrarios al dogma católico, que Martini, mucho menos dotado desde el punto de vista especulativo, no ha explícitamente asumido [...]
Una necesidad urgente de la Iglesia de hoy, a cincuenta años del Concilio Vaticano II, es todavía aquella de una recta y plena aplicación, cosa que no excluye la necesidad o la oportunidad de algunos cambios o correcciones de algunas directivas pastorales, que principalmente delante de la prueba de los hechos, se han revelado menos prudentes o incluso contraproducentes.
A cuanto en cambio respecta el aspecto doctrinal o dogmático del Concilio, el problema, incluso después de tanto tiempo, sigue siendo el de la correcta interpretación, a causa de un lenguaje no siempre claro, de algunas de sus doctrinas, sobre todo aquellas nuevas, que explicitan y desarrollan los datos de fe tradicionales.
El Magisterio de la Iglesia, en estos últimos cincuenta años, se ha empleado mucho en explicar el verdadero significado de las doctrinas conciliares - basta pensar a las encíclicas del Beato Pablo VI o San Juan Pablo II o el Catecismo de la Iglesia Católica -; pero al mismo tiempo no ha intervenido suficientemente en corregir las malas interpretaciones, especialmente de marca modernista , que en curso del tiempo han tomado siempre más espacio obtención la licencia de interpretación mejor, más moderna y avanzada de aquella propuesta por los mismos Papas, que ella ha logrado hacer parecer a muchos como superada y vinculada a la teología de la pre-concilio.
Desafortunadamente los Papas en el intento generoso de preservar el diálogo con los modernistas, no se han defendido sufientemente de estas acusaciones, así que ha sucedido que ellos mismos de alguna forma las han permitido, tal vez para no provocar males mayores, que en el mundo católico se difundiera y se afirmara una doble visión de la Iglesia y del catolicismo, cuasi dos corrientes de igual legitimidad y coexistentes aunque en contraste entre ellas: una corriente de mayoría, o al menos muy poderosa e influyente a todos los niveles de la Iglesia, pastores y fieles, con exponentes presentes en la misma jerarquía y colegio cardenalicio., y especialmente en los ambientes teológicos y académicos, fuerte de poderosos medios de publicidad, expresión de la interpretación modernista del Concilio, y una corriente de minoría, fiel a la interpretación de los Pontifices.
Esta coriente modernista sebe ocultar muy bien sus raíces perjudiciales y demoledoras. y su duplicidad bajo las apariencias de un catolicismo moderno, culto, agradable, moderado, complaciente, mitigado, tolerante, comprensivo, abierto, ecuménico, tranquilo y trabajador, enemigo de las exageraciones y de los fanatismos.
Un catolicismo gentil y educado, hábilmente trasmitido sin ninguna toma de posición y oportunista, inteligente y manipulador, que calma las iras, atenua los contrastes, amante del pluralismo y de la diversidad, suaviza las posiciones, evita las controversias, las rigideces y las meticulosidades doctrinales, conoce la buena educación, promedia entre los opuestos, que a todos respeta, a todos acepta, a todos comprenden, todos excusa, por todos tiene compasión, a todos es abierto, todos salva, de nadie es enemigo, de todos es amigo, al menos en palabras.
Se trata de una hermosa fachada, seductora y grandiosa, que pero ya bajo una mirada atenta muestra grietas y parches, detrás de las cuales no es imposible ver el vacío, el nihilismo y la miseria. Un gigante con los pies de barro. Y esto porque carece de un sincero amor por la verdad y por los valores absolutos, falta la honestidad y la claridad intelectual, faltan las bases y las certezas metafísicas, reemplazadas por la duda, por los trucos, por las conveniencias subjetivas, por el relativismo y de la laxitud moral, del escepticismo, de la comodidad diplomática, de erudición espumosa, de la trivial bonhomía , de la falsas piedad.
Este esuando he trabajado en la Secretaría de Estado en los años ochenta me hablaban del cardenal Carlo Maria Martini como de un personaje que pretendía ser o presentarse en alternativa al Papa, y él nunca lo ha negado: hasta pocos meses antes de su muerte, en el Corriere della Sera, se atrevió a afirmar que la Iglesia de Ratzinger se quedó atrás en dos siglos [ver aquí]. Todavía en el mismo periódico de la masonería, siempre en aquel período, dijo, con aparente contradicción, que nunca la Iglesia ha ido tan bien como a nuestros días y citó a Karl Rahner como ejemplo de un gran maestro.
Como sabemos, a la muerte de los últimos Papas, los grandes emisarios de los poderes modernistas hicieron regularmente el nombre de Martini, pero el Espíritu Santo, como era de esperarse y se aguardaba por parte de los buenos, fue de diversa opinión. En otra ocasión Martini dijo que para salvarse no ocurre la Iglesia , pero basta el Espíritu Santo, contradiciendo en esto el Concilio de Florencia del 1439-1442, cual en lugar encambio viene la famosa sentencia Extra Ecclesiam, nulla salus, el que, naturalmente, no quiere decir que Dios no puede salvar por medios a Él solo conocidos , como dice el Vaticano II, quien no por su culpa no ha esccuchado la predicación del Evangelio [reenvio a esto nuestro artículo, aquí]. Pero esto no quiere decir que no pertenece a la Iglesia. Pertenece sin saberlo,.
Famosa luego es la tesis del cardenal Martini, según la cual "hay en nosotros un ateo potencial que grita y susurra cada día sus difícultades a creer" [ver aquí], así que la fe no es certeza absoluta e indiscutible, sino un continuo debate e incertidumbre jamás resuelto entre el sí y el no. No es difícil imaginar cual conducta moral puede resultar de ideas del género. Y de hecho, son conocidas sus posiciones laxas en ética sexual y el favor que él otorga al sacerdocio de la mujer, al falso profetismo de Enzo Bianchi, además de su ecumenismo relativista y buonista, en la línea de aquel del cardenal Walter Kasper. Además, en muchas ocasiones, he teniodo la oportunidad de recibir y escuchar las lamentelas de los sacerdotes y seminaristas formados a la escuela de Milán.
No ponemos en discusión la gran preparación bíblica de Martini; pero nos preguntamos para qué sirve tanta doctrina, si después carece de la fidelidad al Magisterio de la Iglesia, que debería ser ejemplar en un Cardenal de la Santa Romana Iglesia, sin que este grave error acercara Martini al luteranismo? Notable fue su presentación al libro de Vito Mancuso sobre el alma [ver aquí], donde el cardenal sólo va en la dirección intermedia entre el sí y el no evitando condenar como debería con la claridad y la indignación, - pero a este punto no podía hacer la presentación -, los horribles errores de falso teólogo, cosa que ciertamente ha acontentado a cientos de miles de admiradores de ambos, pero no se cuánto satisfaga una neta conciencia de católico y de hombre razonable. Me detengo aquí y no voy más allá. Ya este ensayo es significativo.
El martinismo es en mi opinión, aún más insidiosamente peligroso que el rahnerismo, al cual es el fundamento teológico. De hecho, Rahner tiene principios epistemológicos, lógicos y metafísicos contrarios al dogma católico, que Martini, mucho menos dotado desde el punto de vista especulativo, no ha explícitamente asumido. Sin embargo Rahner posee también la capacidad de traducir en términos accesibles y conceptos simplificados e incluso populares, muy seductores, las abstrusas, complicadas y enrevesadas elucubraciones pseudo-trascendentales . Él es muy hábil en el relativizar la conceptualidad del dogma con su “experiencia atematica pre-conceptual ” (Vorgriff) y su gnoseologia evoluzionista y modernista, pero luego sabe usar con extrema habilidad la más articulada y estudiada conceptualidad para inculcar en la mente de los incautos sus errores. Utiliza el concepto para destruir el valor del concepto y sustituir el concepto falso al verdadero.
Rahner, ciertamente, no es un exegeta sino un teólogo o se lucía de ser un teólogo o es considerado como tal por aquellos que no saben lo que es la teología; y en este sentido podríamos preguntar a Antonio Livi que cosa piensa. Ahora bien, es cierto que el teólogo no tiene en consideración los temas bíblicos individuales para comentarlos. A él es necesario y suficiente citar los pasajes bíblicos sobre los cuales funda sus tesis teológicas. Pero estas citas no tienen necesidad de ser frecuentes y sistemáticas, como sucede al esegeta o al estudioso de la Biblia, o incluso en el teólogo bíblico. El teólogo en el sentido propio y estrecho, sobretodo el sistemático o especulativo, es decir, el verdadero teólogo que no expresa simplemente un pensar religioso vagamente cristiano, construye su conocimiento a través de rigurosos argumentos y firmes principios filosóficos y metafísicos, siempre sujetos a la doctrina de la Iglesia.
Ahora, Rahner, aunque explícitamente partidario del principio sola Scriptura, como Lutero, y trascure la Tradición, rara vez cita pasajes de la Escritura, porque sabe que casi siempre le serían contrarios; pensamos por ejemplo, a los pasajes de la Escritura que abordan la importancia de los conceptos dogmáticos, del Magisterio de la Iglesia, de la Tradición, del absoluto de los contenidos de la ley moral, del libre albedrío, de la composición del hombre del cuerpo y del alma, del merito, del pecado y de la gracia, del paraiso, del purgatorio y del infierno, de la Parusia de Cristo al final del mundo, del valor del sacerdocio y del sacrificio de la Misa, etcétera.
Martini, partiendo de Rahner, retenido todavía de un cierto pudor o quizás prudencia, elabora un catolicismo que, si no asume el panteísmo rahneriano, todavía recoge su antropocentrismo buonistico pro-luterano, y, nótese bien, de un luteranismo todavía más lejano del catolicismo del cuanto lo fue el mismo Lutero, ya que el biblicismo martiniano es lo que Rahner explícitamente rifiere de Bultmann, conocido protestante liberal del siglo pasado, seguidor de Heidegger, como lo fue el mismo Rahner.
Martini por lo tanto atenúa el hegelianismo rahneriano y elabora un catolicismo cercano a Lutero, sin totalmente separarse plenamente de las de las herejías de Lutero, ni de aquella de Rahner. Un catolicismo de compromiso que quiere ser el catolicismo, pero sin separarse completamente, por un malentendido, opportunistico y confusionistico ecumenismo, hay de Rahner, y de Lutero. Se trata de una falsa interpretación del ecumenismo querido por el Concilio; pero ¿cuáles son las razones del suceso de biblicismo martiniano.
El problema puesto por el martinismo es que eso, por su respetabilidad, su prestigio, su aparente moderación y su suceso internacional, siempre en aparente armonía con la Santa Sede, se ha afirmado en el colegio cardenalicio estableciiéndose en una poderosa corriente, que muy probablemente apoya la kasperiana y la de los otros cardenales filorahnerianos o filomodernistas. Sin embargo, es fácil imaginar que dentro del sagrado colegio exista actualmente una situación de fuerte malestar, dada del hecho que incluso el martinismo, por cuanto sea un rahnerismo mitigado y suavizado, no es del todo libre de los principio corruptores y solventes del rahnerismo, estrechamente vinculado con la herejía luterana en sus adicionales desarrollo hegelianos y heideggerianos.
Lo que por lo tanto, nosotros, "muchachos" de la Isla de Patmos esperamos y por lo tanto oramos es que la corriente preferible del Colegio Cardenalicio, que se ha expresado en el reciente sínodo contra la tendencia separatista, libre de las tentaciones modernistas o conservadoras, quiera estar cercana al Santo Padre en la tarea que como siempre con mayor urgencia se impone, gracias a la asistencia del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, actuando con claridad, decisión, sabiduría y energía su insustituible función de principio y garante de la unidad de la Iglesia, inducir a penitencia los pecadores, bajar los soberbios, consolando los débiles, reconciliar entre sí las facciones adversas, en’ la armonía entre las corrientes diferentes en la reciprocidad de dones recibidos, en la victoria sobre las fuerzas satánicas, para la común edificación del reino de Dios y la irradiación del Evangelio a todo el mundo.
Fontanellato, 12 diciembre 2014
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Canto de Adviento de Rito Ambrosiano: Quoniam Tu illuminas
Lo admirable franqueza en su grito: Quien tiene oídos para oír, por la voluntad de Dios, significar!
¿Qué mejor conclusión? El humilde súplica: Vine Regina, venir y tocar los corazones de los hombres nos terca, aviva nuestra fe, nos reinfondi tus siete dones: Sapienza. Intelecto, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Lástima, Temor de Dios, que a menudo los sucesores de los apóstoles parecen a nosotros y con ellos se han olvidado del pueblo de Dios.
Veni por Mariam, Madre de la Iglesia y de la Misericordia, Refugio de los pecadores, Reina de Todos los Santos. Confianza completa en su acción, y que ilumine Redentor ayudar al Romano Pontífice ya que tanto la conducción segura de la Iglesia de Jesucristo, de acuerdo con las formas del plan de Dios, para la edificación de su Reino.
Que Dios perdone, en su justicia, la miseria humana de la persona fallecida y también nuestro.