Mañana la Compañía de Jesús será sepultada para siempre. Murió Peter Gumpel, jesuita de la vieja escuela y postulador de la causa de beatificación de Pío XII
MAÑANA LA COMPAÑÍA DE JESÚS SERÁ ENTERRADA PARA SIEMPRE. MURIÓ PETER GUMPEL, JESUITA DE LA VIEJA ESCUELA Y POSTULADOR DE LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN DE PÍO XII
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El Padre Peter Gumpel fue el último de los mohicanos. Cuando mañana a las 10 serán celebrados sus servicios funerarios con él será enterrada definitivamente, después de las muertes de los otros ancianos, lo que una vez fue la gloriosa Compañía de Jesús, reducida hoy a todo lo que es de más trágico personificado en los desdichados chistes y sobre todo gravemente heterodoxos del Superior General Arturo Sosa Abascal.
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Peter Gumpel (1923-2022) teólogo jesuita e historiador del dogma, académico, experto en el Concilio Vaticano II, postulador general de la Compañía de Jesús y postulador de la causa de beatificación de Pío XII
Ayer por la mañana Andrea Tornielli, querido viejo amigo, tuvo la amabilidad de informarme que el jesuita Peter Kurt Gumpel había fallecido recientemente, teólogo e historiador del dogma, experto en el Concilio Vaticano II, durante medio siglo postulador general de la Compañía de Jesús junto a su hermano religioso Paolo Molinari (1924-2014), con quien atendió la causa de beatificación de Pío XII. Ambos fueron confiados consejeros privados del Santo Pontífice Pablo VI en la delicada y convulsa etapa histórica del posconcilio.
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Padre Peter, nacó en Hannover el 15 Noviembre 1923, provenía de una familia rica de la antigua aristocracia alemana, rapidamente despreciada del régimen nazi. Esta es el motivo por el cual primero se mudaron a Francia y luego a Holanda, donde el jovencísimo Peter, aprendió y estudió el idioma. siendo un conocedor de ese país y su idioma, cuando décadas más tarde surgió el delicado problema de la publicación del Catecismo holandés (1966), el Sumo Pontífice Pablo VI lo envió como su administrador en visita a Holanda.
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Único heredero varón de la familia, varias veces me contó de cuanto adolescente le expresó a su padre que quería entrar a la Compañía de Jesús:
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“Estábamos en el auto, mi padre se detuvo, me hizo bajar del carro con mi perro salchicha, con el que tuve que caminar unos kilómetros para volver a casa. Cuando entré en casa mi padre me dijo que nunca mas volviera a decir ciertas fantasías. Luego agregó que me permitiría entrar en la Compañía de Jesús solo si el mismo Sumo Pontífice se lo hubiera dicho ".
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El joven tomó a palabra su padre. La familia había conocido y hospedado al arzobispo Eugenio Pacelli en varias ocasiones., entonces nuncio apostólico en Berlín, elegido en el 1939 al trono sagrado, a quién no dudó en escribir. Un mes después, su padre recibió una carta autógrafa del Sumo Pontífice Pío XII pidiéndole que permitiera que su hijo ingresara en la Compañía de Jesús..
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Desde que era estudiante con su hermano religioso Paolo Molinari hizo una profunda, e intensa amistad fraterna que duró toda la vida. Durante su etapa de estudiantado en Inglaterra fue un hincha infatigable del Padre Paolo que jugaba magistralmente al fútbol. A mi pregunta si alguna vez jugó, con humor todo cuanto teutónico respondió:
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"No, porque intelectualmente es más gratificante y físicamente menos agotador animar desde la grada a los que juegan”.
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Sí, prefería sentarse a fumar un cigarrillo tras otro disfrutando del juego de los demás. Fumador cronico, varias veces lo encontre en su estudio envuelto en un manto de humo. A tal punto que podría no haber firmado los documentos que había redactado, porque se hubiera reconocido el autor por el olor a tabaco que los impregnaba. le dije una vez mientras fumaba con el:
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«Ciertamente fumar es perjudicial para la salud, pero me temo que hasta el cáncer evita de los jesuitas, teniendo cuidado de no tener que lidiar con sujetos peligrosos como ustedes".
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Padre Pedro y Padre Paolo han sido mis maestros y entrenadores, durante años me han guiado a través de las palabras impresas en los documentos del Concilio Vaticano II., explicándome paso a paso de qué historias y hechos nacieron muchos de esos textos. Después de mis estudios especializados en dogmática, el Padre Peter me inició en el estudio de la historia del dogma, en ausencia de la cuál se puede correr el riesgo de terminar sumergido en una dogmática que yace en las nubes. Sugirió a mi obispo que me enviara a estudiar por un período de tiempo en Alemania, donde tuve como enseñantes algunos jesuitas de la vieja guardia. Posteriormente fui formado a la postulación de las causas de los Santos, donde me instruyeron principalmente sobre los documentos del delicado y complejo proceso de beatificación del Venerable Pontífice Pío XII, al que dediqué en el 2006 la sección principal de mi obra Hierbas Amargas, de la que luego nació un ensayo único dedicado a la figura de Eugenio Pacelli: Pío XII y la Shoah.
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El 2 Mayo 2014, cuando se celebraron los funerales del Padre Paolo Molinari en la capilla de la Curia General de la Compañía de Jesús, Comprendí que el padre Pedro había perdido la mitad de su vida y que a partir de entonces se estaría preparando a perder la otra mitad que le quedaba.
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Fue el año 2013 cuando durante una entrevista me dijo que la actual Compañía de Jesús no tenía afinidad y similitud alguna con aquella a la que él había entrado al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Comprendí que no se refería a una transformación debida a un proceso natural de evolución, sino de una deformación radical que hacía mucho tiempo había afectado el corazón mismo del carisma de los Compañeros de San Ignacio de Loyola.
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Poco después del aviso del amigo llegué a la Residenza San Pietro Canisio junto con mi hermano en el sacerdocio Marcello Stanzione, gran experto en angelología con quien había estado viajando hasta el día anterior. Encontramos su cadáver compuesto en la menor de las peores maneras posibles, colocado en una esquina a la entrada de la Residencia San Pietro Canisio, sin cruz, sin una luz encendida, sin una flor. Emblema de la miseria de la actual Compañía de las Indias. Besé la frente fría de mi padre y formador, puse mis manos sobre las suyas y junto con el Padre Marcello recitamos el De Profundis y bendecido ese cuerpo venerado que contuvo durante casi 100 años su inmortal alma sacerdotal.
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Padre Peter Gumpel fue el último de los mohicanos. Cuando mañana a las 10 serán celebrados sus servicios funerarios con él será enterrada definitivamente, después de las muertes de los otros ancianos, lo que una vez fue la gloriosa Compañía de Jesús, reducida hoy a todo lo que es de más trágico personificado en los desdichados chistes y sobre todo gravemente heterodoxos del Superior General Arturo Sosa Abascal.
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Un hermoso recuerdo del Padre Federico Lombardi, S.J.. en L’Osservatore Romano [ver pagina. 4 de L’Osservatore Romano, AQUI].
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desde la Isla de Patmos, 13 de Octubre del 2022
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