“Cartas” – Castigos divinos, amor misericordia. Las razones de Roberto de Mattei
Cartas de los lectores Patmos Island
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CASTIGOS DIVINOS, AMOR, MISERICORDIA. LAS RAZONES DE ROBERTO DE MATTEI
"Estimados Padres de la isla de Patmos, me encontré con un video del Prof. Roberto de Mattei en el que se refiere a ciertos eventos naturales como el terremoto de Messina del 1908 a un … castigo divino (!?). Estoy consternado que todavía se utilicen ciertos tonos y entiendo porqué el Padre Ariel le ha dado ciertos azotes en sus artículos. Todo esto además a las puertas del Jubileo de la misericordia. me gustaria saber tu opinion"
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"Estimados Padres de la isla de Patmos, me encontré con un video del Prof. Roberto de Mattei en el que se refiere a ciertos eventos naturales como el terremoto de Messina del 1908 a un … castigo divino (!?). Estoy consternado que todavía se utilicen ciertos tonos y entiendo porqué el Padre Ariel le ha dado ciertos azotes en sus artículos. Todo esto además a las puertas del Jubileo de la misericordia. me gustaria saber tu opinion" [n.d.r.. ver el vídeo AQUI ]
Stefano Salvitti, Roma
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Estimado lector.
Le respondemos juntos para explicarle porqué compartimos lo que expone el Prof. Roberto de Mattei y porque lo defendimos cuando fue atacado por los “fundamentalistas” laicistas en modo descompuesto y sin argumentos, como él mismo explica en modo preciso y calmado en el video que usted nos envió.
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No haga daño al padre Ariel Mal interpretando sus «flagelos», porque se trata de coloridos intercambios de opiniones a veces llenos de su espíritu toscano, a través de los cuales nunca ha empequeñecido a este talentoso académico católico, a quien conocemos los dos de persona. Así que no confunda ciertas normales puntillas entre eruditos con las formas de odio que no tienen nada que ver con los padres de la’Isla de Patmos. Sepa que los filósofos, teólogos e historiadores se debaten desde cuando nacieron las disciplinas filosóficas, teológicas e históricas, para terminar luego cenando juntos, porque el debate intelectual siempre termina por dar hambre, ya que son muchas las energías que se queman en ciertas discusiones.
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En el contexto de ciertos debates nosotros no hemos aceptado las críticas de de Mattei al Concilio Vaticano II, las cuales hemos polemizado. Y aquí no se trata de opiniones, sino de fidelidad al Magisterio de la iglesia, sobre la cual nosotros no podemos entrar en compromiso, en el más profundo respeto de la persona.
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A través de la pregunta usted ofrece la confirmación de cuanto hoy es difícil hablar una “lengua” católica. Por esto varias veces los padres de la’Isla de Patmos insistieron en varios de artículos sobre la “pérdida de la lengua”, o sobre el drama derivado del hablar un idioma que el mundo laicista, pero también un mundo católico empapado de modernismos y sociologísmos ya no está dispuesto a reconocer y entender [ver AQUI].
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La mención de Salviano di Marsiglia [Cf.. De Gubernatione Dei] por parte de de Mattei es relevante y aplicable a nuestro tiempo, dado de la evidencia al aparente pasaje bíblico famoso como lo es el episodio de Sodoma y Gomorra. Una sociedad como la nuestra, cada vez más condescendiente en favor de conductas contrarias a la ley divina, como puede ser exactamente sodomía, en realidad puede sufrir un severo castigo divino. Si de hecho Dios, como con frecuencia dice el Santo Padre Francisco, siempre está listo para dar cabida a todo aquel que se arrepiente, no olvida las necesidades de la justicia, que exigen el castigo del pecador arrogante, descarado y obstinado. Si no mantenemos este concepto de justicia común a todas las religiones y basada sobre la conciencia moral natural, se derrumba todo orden jurídico de la Iglesia y del Estado. Homo homini lupus. Los matones aplastarían a los honestos, los prepotentes haría esclavos los justos.
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Debe tenerse en cuenta la importante distinción contenida en la carta a los obispos de la iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales de la congregación para la doctrina de la fe 1986, n.3 [ver AQUI]. Se trata de la distinción entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales. La inclinación, explica el documento, «aunque no sea en si pecado», porque es instintiva y espontánea, y a veces innata, «es sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral», en cuanto los actos a los cuales empuja o impulsa, «se les priva de sus objetivos esenciales e indispensables», cuál es la procreación. Por lo tanto constituye pecado o culpa no la mera presencia del estímulo homosexual, sino el seguir voluntariamente esta inclinación. Seguir voluntariamente una inclinación maligna, aunque no intencional, no puede ser que una acción mala. Lo que deja a la pastoral eclesial y a la ley civil un justo y amplio espacio para las intervenciones específicas y calibradas, según sea el caso, aplicando con precaución, caridad y respeto por las personas, ya que ocurre siempre recordar la distinción fundamental entre la calificación moral objetiva de un pecado o delito en relación a la ley moral o civil y la entidad de la responsabilidad concreta, si hay y cuándo hay, las circunstancias específicas, de la persona que le comete. Juzgar el acto en línea de principio no es lo mismo que el juzgar de la conciencia individual en determinadas circunstancias. Es en relación a este segundo aspecto, no al primero, que se debe entender la famosa y articulada frase del Santo Padre resumida en los periódicos: "¿Quién soy yo para juzgar?» [ver II parte de la conferencia de Ariel S. Levi di Gualdo, minuto 18,40 AQUI].
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Para apoyar la Teología del castigo o la Teología del infierno, bastaría tomar las numerosas referencias a las cuales el Señor Jesús habla en los evangelios, indicado diversamente como "horno ardiente" y como lugar «donde será llanto y crujir de dientes» [Mt 13, 42]. Incluso en el antiguo testamento se hace frecuente referencia al juicio de Dios y el castigo de los pecadores. En la literatura bíblica la ira de Dios se coloca junto con el amor como en el caso del salmista que canta alabanzas a Dios celebrándolo como "lento para la ira y grande en el amor» [Sal 102,8], y más adelante «paciente y misericordioso es el señor, lento para la ira y rico de gracia» [Sal 144,8].
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El castigo divino No siempre es necesariamente un acto positivo de Dios contra el pecador, sino una consecuencia necesaria del mismo pecado, que él comete, así como es lógico que muera quien bebe un veneno. Con todo y esto, según los inescrutables planes de justicia y de misericordia, Dios en esta vida presenta en ciertos casos castiga, en otros no, dejando el castigo para la vida futura. Mejor sufrir el castigo ahora, porque se puede redimir, en lugar de en el más allá, donde no hay más remedio. Por esto, es bueno aprovechar inmediatamente la divina misericordia, haciendo penitencia por nuestros pecados, porque si no hacemos esto ahora, en el más allá, en lugar de misericordia, habrá justicia, cuyo rigor no le deseamos a nadie.
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Las penas de esta vida también pueden afectar a inocentes, mientras que ciertos criminales parecen escapar de ellas. Al parecer a primera vista en Dios hay una falta de justicia, porque no castigar a los criminales y no defiende a los oprimidos; y de misericordia, porque deja al inocente que sufra? La respuesta nos llega de la fe, lo cual nos dice que los inocentes están unidos por el Padre a la Cruz de Cristo, los inocentes por excelencia, se convierten en Cristo instrumentos de salvación del mundo. Hacia estos inocentes la justicia coincide con la misericordia, según el enseñamiento paulino [Rm 3,21], en cuanto se trata de Dios que justifica por misericordia. En cuanto a delincuentes, existe la misericordia también para ellos, pero a condición de que se conviertan. Y Dios es justo también con ellos, porque les ofrece los medios para salvarse.
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La ’ira divina en el sentido bíblico no significa entonces indignación, tampoco significa crueldad, es simplemente la voluntad divina de hacer justicia y dar el castigo apropiado. Ser lento a la ira no quiere decir ser sin ira, porque en la inmensa gracia del amor de Dios también reside la justicia de esa misericordia a través de la cual el juez divino otorgará la beatitud del paraíso, asignará el destino del alma al purgatorio, es decir a la purificación en el Purgatorio, aplicará el castigo eterno en el infierno para aquellos que en modo terco y persistente han negado su amor, sus dones de gracia, su misericordia y su perdón.
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Como sacerdotes y teólogos Nos damos cuenta que es necesario cada vez más recomenzar desde una cuidadosa catequesis al pueblo de Dios, eliminando las imposturas del falso "buensamaritanismo" y de un falso énfasis en el perdón, y al mismo tiempo dando una correcta formación a los sacerdotes, dado que muchos de los fieles, y desafortunadamente también algunos de sus pastores, tiene una idea errónea de la misericordia de Dios, que no excluye la justicia punitiva, así como la existencia del bien no excluye la existencia del mal; y la buena acción no excluye el pecado. Misericordia no es sólo un don, sino también un premio. No se recompensa el mal, sino el bien.
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La divina misericordia supone el castigo y la pena del pecado. La misericordia es la divina voluntad de liberar en Cristo al hombre del pecado y de elevarlo de sus miserias, consecuencia del pecado original, y a veces, de pecados personales. Ella cancela el pecado, pero no necesariamente elimina o alivia la pena, la cual por tanto, unida por amor a la Cruz de Cristo, asume un valor reparador y expiatorio. La remisión del pecado mortal libera del castigo del infierno, mientras que la pena del pecado venial es temporal, canjeable con la penitencia y el uso de las indulgencias, o en el purgatorio. Donde también las almas pueden aprovechar las indulgencias.
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Dios quiere hacer a todos misericordia. De hecho es así — y ésta es una verdad de la fe — algunos son premiados y objeto de misericordia, mientras que otros son condenados y castigados, ésta diferencia no depende de Dios, sino de la fluctuación típica del libre albedrío humano, capaz de obrar el bien y el mal. Por ello es correcto que sea premiados los buenos y castigados los malos. Sería injusto que Dios premiase los malos. Sería como permitirles hacer el mal. Dios no pueden permitir tal cosa? Por otra Parte, Si el hombre quiere evitar el castigo, tiene que hacer sino el bien, cosa en la cual Dios lo ayuda infaliblemente y exageradamente con su gracia y su misericordia.
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El castigo no contradice ni niega misericordia, la cual se actúa sin límites, así como la existencia de los malos no excluye la existencia de los buenos. Si alguien es castigado y rechaza la misericordia, no es porque Dios haga preferencia de personas, es sólo culpa del pecador. Somos sólo nosotros, con nuestro pecado, a poner freno a la divina misericordia, la cual, por si misma, es torrente inagotable, que fluye todo el tiempo.
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La divina misericordia elimina el castigo o lo transfigura. Nuestros antepasados recibieron un castigo que se ha trasmitido a lo largo de toda la humanidad. Pero Dios tuvo misericordia de nosotros dándonos a su hijo, así que mediante la Cruz nosotros somos perdonados por nuestros pecados y transformado el castigo en expiación. No sólo, también somos hijos de Dios. Si alguien no recibe misericordia, no es porque Dios se niega a darla, sino porque es él quien no se arrepiente de sus pecados, así el castigo, en vez de ser expiación, permanece como castigo en toda su gravedad.
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Tanto la misericordia como el castigo son dictados por el amor. De hecho, el amor qué es lo que pide? Querer el bien del otro. Si por lo tanto es bueno que el malhechor, merezca el castigo, sea castigado, y eventualmente obligado a reparar el mal hecho o pagar daños y perjuicios, al mismo tiempo, posiblemente hacerlo reflexionar, por consecuencia el castigar, por la autoridad competente [Dios, Papa, Obispo, Juez, Superior, padres, educador, etcétera] es un acto de amor, aunque esto puede parecer extraño a aquellos que tienen un concepto sólo emocional del amor. De lo Contrario, podemos llegar a decir que los mismos condenados en el infierno continúan a ser amados por Dios, que los mantiene vivos en la orden infernal y, como Santo Tomás de Aquino considera — no tanto para castigarlos como merecen. Por esto la divina misericordia hace presencia incluso en el infierno.
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Es erróneo creer quien castiga odia castigado. Al contrario, quien castiga debe dar un juicio brillante, prudente, objetivo, desapasionado e imparcial, en la aplicación de la ley, como el juez de un tribunal, para la reeducación si es posible del mismo castigado, para salvaguardar el bien común, y también en cuanto a defensa y satisfacción de quienes han recibido el mal, sin dejarse transportar por intereses privados o por la pasión, de lo contrario no actuaría la justicia.
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Este esel espíritu con el cuál invitamos a participar el Jubileo de la Misericordia, abiertos todos a la aceptación de la gracia y del perdón de Dios, que se concede a condición de nuestra conversión y del repudio de nuestros pecados, sinceramente dedicados a las obras de justicia y misericordia, cuidando nuestra salvación «con temor y temblor», pero también con gran confianza en la misericordia divina. «Aquí está el tiempo favorable!» — Diría San Pablo:. He aquí la hora de la salvación!» [II Cor 6,2].
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Si Dios permite que los desastres naturales es sólo para amonestarnos en esta tierra, no para lanzar sobre nosotros su venganza, sino para dar a los hombres su misericordia, tanto quiere nuestra conversión y arrebatarnos del castigo eterno. Arrebatarnos al 'horno' donde será llanto y crujir de dientes», Él necesita nuestro consentimiento, porqué libre nos creó, libre nos quiere.
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El problema es que hoy no somos capaces de leer las señales cada vez mayores: cambios climáticos inusuales, sequía, terremotos, maremotos … y si alguien invita a leer como precauciones o advertencias divinas, termina bajo el fuego cruzado de quienes han desalojado a Dios de la historia y de la experiencia humana. Y precisamente estos, que en todas las formas posibles quieren privar a la humanidad de Dios, incluso con golpes de leyes injustas, terminan luego por acusarnos en falta de humanidad, lo que también pasó a Roberto de Mattei inundado en el tiempo de insultos, y también a nosotros, al predicar el evangelio y en ciertas páginas recordando a los fieles de las advertencias del Señor Jesús, nos sentíamos responder, incluso de algunos compañeros sacerdotes, que el infierno es una contradicción en términos de la misericordia de Dios que es amor y que como tal no permite la condena del hombre a la condenación eterna». Y todo esto, en lenguaje doctrinal de la Iglesia, se llama herejía, solo y nada mas que herejía.
Por’Isla de Patmos, 30 Mayo 2015
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Super Quark, servicio en el terremoto de Messina-Reggio di Calabria