el cuerpo de. El Santísimo Sacramento de la Presencia y la Comunión

Padre Gabriele

Homilética de los Padres de la Isla de Patmos

EL CUERPO DEL SEÑOR. EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DE LA PRESENCIA Y LA COMUNIÓN

"En verdad, de verdad te digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tienes vida en ti. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día"

 

Autor:
Gabriele Giordano M.. Scardocci, o.p.

 

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Queridos Amigos y Lectores de La Isla de Patmos,

en la gran fiesta de el cuerpo de Jesús se ofrece definitivamente a nosotros en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La Liturgia de la Palabra nos dice que en aquellos días, mientras los habitantes de Capernaum escuchan sus palabras, son noqueados por un gran anuncio: «Yo soy el pan vivo, bajó del cielo" (Juan 6, 51). Palabras que inicialmente causan cierta confusión en ellas, hasta el punto de levantar protestas. Casi parecen esperar un Dios que es un poco’ más comprensible, en comparación con aquellas palabras en las que Jesús expone cuál es el gran misterio de la Eucaristía. Con palabras que al principio solo pueden aturdir, esbozando un gran y tremendo misterio. Gesù, el hijo de dios encarnado, elige convertirte en ese pedazo de pan y ese sorbo de vino. En las especies eucarísticas, Cristo en cuerpo está presente en cada Santa Misa celebrada, sangre, alma y divinidad. Esas especies eucarísticas se convierten para nosotros en pan y vino para el camino de la eternidad.. Se convierten en el nuevo maná escondido, el alimento que nos permite obtener la savia de la gracia para caminar en santidad y justicia todos los días de nuestra vida.

Como sabemos más o menos por el Catecismo, la presencia real de Jesús es posible porque durante la Santa Misa, en el momento de la consagración, a través de las palabras del sacerdote recitó sobre las especies eucarísticas el milagro de transubstanciación. Las sustancias del pan y del vino., manteniendo el mismo look, se convierten en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Antes del anuncio de este misterio los capernaitas se escandalizan, porque no lo entienden, en parte porque careces de las herramientas para entender, en parte porque tienen un corazón algo duro encerrado en formalismos farisaicos y fórmulas memorizadas que, sin embargo, no tienen un desarrollo concreto en la caridad. Así que aquí Jesús les ofrece dos explicaciones:

"En verdad, de verdad te digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tienes vida en ti. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6, 53).

Jesús explica que asimilar su cuerpo significa que el Padre lo ha enviado como maná nuevo y eterno del cielo que completa el maná que se dio a los judíos en el desierto. Así que Jesús es el que en ese maná, en ese pan, se hace presente porque Dios Padre lo hace presente a través de un milagro, este es en síntesis el discurso que presenta a los oyentes; y lo hace presente porque a través de su pan Jesús llega en plena y fuerte intimidad con quienes lo acogen. El cuerpo del que recibe el maná nuevo y eterno se convierte en el templo, el nuevo hogar para el Señor.

Esto muestra, por un lado, la presencia real, como dijimos al principio, en el cual el creyente es purificado y transformado por Dios para ser a imitación de Cristo. En un sentido, como dicen los padres griegos, la asunción del Cuerpo de Cristo lo hace semejante a nosotros: porque la Eucaristía es el Sacramento que nos ofrece a todos la gracia de la presencia e imitación de Jesús en nuestra vida cotidiana concreta.

Así, imitando a jesus, todos podemos tener comunión con otros y escalar un camino de santidad. Ser santo significa operar la caridad y el amor de Dios, por lo tanto, dejar que nuestro prójimo entre en un camino de eternidad. Jesús mismo nos lo dice: el amor de Cristo en la Eucaristía nos lleva a la vida eterna y a la resurrección de la carne.

Así como entonces, mientras leo estas palabras eternas me pregunto: el gran misterio del amor verdaderamente presente en la Eucaristía, escandaliza tal vez hasta hoy? Quizá nuestra santificación pase también por este. Ser testigos eucarísticos, porque ante todo somos los primeros en ser eucaristizados, es decir, somos derramados por la gracia de la presencia real, y sus efectos de alegría y satisfacción pueden ser auténticos testigos de la belleza de su presencia. Mostrar la alegría de estar en comunión con Él, así nos lleva a hacer comunión con toda la Iglesia y testimonio con toda la humanidad.

Podemos sacar de esta alegría cada vez que nos acercamos al abrazo de la adoración eucarística. Ponemos nuestros corazones, nuestras heridas existenciales en el Corazón Eucarístico de Jesús y seremos derramados por un gran amor.

Que así sea!

Santa María Novella en Florencia, 11 Junio 2023

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