Reflexiones sobre el concepto de libertad filial en tiempos de pandemia, sobre ciertos obispos que han olvidado que son los padres de los vacunados y de los no vacunados

- Cuidado pastoral -

REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE LIBERTAD DE SUCURSALES EN TIEMPOS DE PANDEMIA, DE CIERTOS OBISPOS QUE HAN OLVIDADO QUE SON PADRES DE VACUNADOS Y NO VACUNADOS

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Esa bella alma de Monseñor Cirulli pierde de vista que si es necesario está en su pleno derecho de imponer a los fieles católicos la prohibición del uso de preservativos o pastillas anticonceptivas o más aún el uso de Píldora del día después o incluso peor que la pastilla abortiva. Así como puede prohibir a sus sacerdotes acudir a mujeres u hombres o pedirles que observen escrupulosamente las normas litúrgicas y canónicas., pero no puede obligar al clero y a los fieles a vacunar simplemente porque esto está más allá de su función.

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Autor
Ivano Liguori, ofm. tapa.

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Franco Califano (Trípoli 1938 - Roma 2013) "Maldito aburrimiento", para abrir el video click en la imagen

El domingo que acaba de pasar, fiesta del bautismo del señor, en el momento de la homilía reflexioné con mis feligreses sobre el hecho de que en el bautismo el cristiano, además de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad recibe sobre todo el don más precioso de la libertad filial. Para nosotros cristianos, ser libres es una prerrogativa de ser niños. El Beato Apóstol Pablo lo subraya muy bien en su carta a los Gálatas [cf.. Gal 4, 4-ss].

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Ya el hagiógrafo bíblico, en el Libro de Génesis, describiendo la creación del hombre, dice que cada uno fue hecho a imagen y semejanza de Dios [cf.. GN 1, 26], por similitud entendemos aquellas cualidades mentales, caracteristicas morales y sociales de dios, que el Creador ha impreso en la criatura humana diferenciándola de todas las demás creadas. De esta semejanza divina se sanciona, de manera clara y definitiva, la diferencia y superioridad del hombre en comparación con todas las demás criaturas, incluyendo los de animales.

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Prestamos atención y aclaramos de inmediato un concepto fundamental: el don de la libertad filial no es un mérito personal del que el hombre pueda jactarse sino que es una gracia adquirida que obtenemos del Padre (como dirá la Carta a los Gálatas con la expresión griega dià theōu!) en vista de la encarnación del Verbo, de Cristo el Hijo unigénito, que hizo posible ser hijos en el Hijo de manera plena y duradera al redimir al hombre de aquella condición de pecado y muerte sobre la que se sustentaba la antigua esclavitud, como dijo jesus ante los judios: «Si, pues, el Hijo os hace libres, serás verdaderamente libre" [Juan 8, 36].

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Si entendemos que la libertad cristiana es prerrogativa del Hijo y de quienes supieron acogerlo [cf.. Juan 1,12], suficiente para convertirse en herederos legítimos [cf.. Rm 8,17], podemos comprender también la plena posibilidad de cada bautizado de relacionarse plenamente con Dios Padre y el Espíritu Santo como lo hizo Cristo. De hecho, sólo si somos auténticamente hijos en el Hijo podemos ejercer también esa libertad plena que implica el reconocimiento de una relación con el Padre como amante y con el Espíritu Santo como amor.

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En el momento de nuestro bautismo, por lo tanto, La gracia de Dios nos da el don de la libertad filial como se lo dio a Cristo, que fue libre ante el Padre y permaneció así en su vida terrena precisamente porque fue hijo amado en aquella unción del Espíritu Santo que es garantía de toda perfecta comunión y comunicación con Dios [cf.. Rm 8, 14-ss] en libertad.

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A partir de estos supuestos teológicos, no es difícil comprender cómo la libertad cristiana supone, ser tal, de constante comunicación relacional. Así como Dios está plenamente liberado en sí mismo precisamente porque en su misterio íntimo las augustas personas de la Santísima Trinidad no pueden sino relacionarse en plenitud -lo que también se refiere al Verbo después de su encarnación-, así el hombre es verdaderamente libre sólo cuando es capaz de entrar en comunión con Dios y relacionarse con las criaturas.

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Desafortunadamente,, a la prueba probada de los hechos, hablar hoy de la libertad cristiana como redescubrimiento del propio bautismo y por tanto como compromiso evangélico de ser testigos en el mundo de la libertad del Hijo no es nada fácil. La actual crisis sanitaria por la pandemia ha desvirtuado el concepto de libertad no solo en su referente teológico sino también en aquel referente filosófico y social que subyace a toda civilización. En menos de dos años hemos pasado de una crisis sanitaria a una social que ha dejado fuertes repercusiones en el ámbito político y económico del país, tanto como para socavar aquellas certezas que antes se consideraban obvias.. Esta crisis mundial no ha escatimado ni siquiera la fe que está experimentando una grieta muy profunda para llevar la libertad de los fieles bautizados a la deriva en favor de un espejismo de libertad que se compone de "benevolentes concesiones" que hipotecan día tras día filial libertad en altar de emergencia, hoy de la salud y mañana de quien sabe que otra.

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Estoicamente hemos sido capaces de traer sacrificio de la distancia de los Sacramentos, de la suspensión de las Santas Misas, de la remodelación de las tradiciones religiosas y todo con la esperanza de poder empezar de nuevo, algo que hoy parece cada vez más difícil. Es al exterior que entrar del mundo cristiano, así como el civil, estamos asistiendo a una disminución continua del concepto de libertad que se restringe de manera proporcional y gradual con respecto al aumento de la distancia comunitaria entre hombre y hombre y entre hombre y Dios. Asistimos a los indefensos, dos años, la imposibilidad de crear relaciones estables, diálogos francos, comparaciones maduras entre las partes. Todo cae bajo la luz de la sospecha., de ilegalidad, de la clandestinidad: ya no vemos una comunicación dialógica socrática que da a luz una verdad libre y liberadora y que reconoce en el hombre la obra más hermosa realizada por el Creador. La distancia entre los individuos es palpable y en nuestras iglesias experimentamos la desolación de los bancos vacíos donde los bautizados, una vez hijos amados, están buscando un padre que no se puede encontrar. Y paternalmente una parte de nuestros obispos permanecen encerrados en sus propias curie-fortalezas para producir gritos manzonianos alerta y vigilancia ante el virus, tal vez envidiando a las instituciones civiles que con un decreto pueden prohibir la llorones algunos trozos de vida social que alimentan la ilusión de los paraísos libre de covid sostenido en posición vertical por un etéreo GreenPass y de una comunicación terrorista hija de una libertad que ha perdido la referencia a la paternidad y de una comunión que es incapaz de encontrarse con el prójimo.

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Nosotros los hombres de la Iglesia, así como los hombres del estado, nos está costando mucho comunicarnos con personas que ya no se ven como niños, hermanos y ciudadanos para proteger y proteger, sino como categorías para ser etiquetadas, bien en la parte del chivo expiatorio a quien es justo y justo ponerse. Entonces también están los fieles en parroquias y conventos pro-cera y sin vacunas; conservadores y progresistas; los tradicionalistas y los reformistas. Y, junto con toda esta dialéctica de oposición, avanza en el control y eliminación de la parte contraria, confundiendo la verdad, con la aceptación de la narrativa única de su propia formación; libertad, con conformarse a esta verdad partidista y al bien común con lo afirmado por la mayoría.

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Todo este largo razonamiento me sirve como una introducción necesaria a un tema pastoral que crea en mí un sentimiento de tristeza interior combinado con una lastimera conmiseración. Como sacerdote y bautizado asisto diariamente y de manera sistemática y metódica, al desmantelamiento de la libertad cristiana de tantos fieles que se ven maltratados por sus pastores que ahora tienen más propensión a higienizar las almas que a su santificación. El último caso en orden de tiempo es el que concierne S.E. Mons. giacomo cirulli, obispo de las diócesis de Teano-Calvi y Alife-Caiazzo que prohibió la distribución de la comunión a los sacerdotes no vacunados (verás aquí, aquí), sino también a aquellos diáconos y laicos etiquetados como sin vacunas que sirven en su Iglesia diocesana. el prelado, quien aparentemente es licenciado en medicina, como buen oficial médico, ordena la suspensión draconiana del servicio pastoral litúrgico de su clero considerado reacio al suero, creando así un precedente pastoral y canónico único que no tiene precedente en la historia de la Iglesia hasta ahora.

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y sí, porque esa bella alma de Monseñor Cirulli pierde de vista que si es necesario está en su pleno derecho de imponer a los fieles católicos la prohibición de usar preservativos o píldoras anticonceptivas o más aún el uso de Píldora del día después o incluso peor que la pastilla abortiva. Así como puede prohibir a sus sacerdotes acudir a mujeres u hombres o pedirles que observen escrupulosamente las normas litúrgicas y canónicas., pero no puede obligar al clero y a los fieles a vacunar simplemente porque esto está más allá de sus funciones, incluso si es un médico graduado, porque él como obispo fue consagrado esencialmente para ser un padre que habla al corazón de los hijos que Cristo le ha confiado, que hay que exhortar y recuperar, aun en el desafortunado caso en que éstos partieran de la casa paterna haciendo mal uso de su libertad.

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Deseamos devotamente dar un consejo a Monseñor Cirulli, que es un consejo de sentido común y consiste en apelar a la conciencia y libertad de los hijos -sacerdotes y laicos- y ver la vacunación no como una obligación dogmática sino como una de las tantas herramientas practicables que sugiere la medicina en este tiempo de emergencia para la atención de la salud en conjunto con los demás tratamientos apropiados puestos a disposición del arte médico. O mejor entendida: Ahora mismo, en el estado actual del conocimiento científico, la ciencia y la medicina sugieren y recomiendan la vacunación para evitar el contagio - sabemos y nos han dicho los especialistas que las personas vacunadas se pueden contagiar -, sino evitar los efectos devastadores del Covid-19 con todo lo que puede traer a la salud del individuo, o al personal médico que lleva casi dos años viviendo una urgencia y tiene que asistir a los hospitalizados, para dar seguimiento a todo el sistema nacional de salud que corría el riesgo de colapsar durante la primera ola.

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suspender así, en modo coercitivo la energía ministerial de sus propios sacerdotes, mientras no se demuestre lo contrario no están afectados por ninguna pena canónica, de hecho requiere un cierre de emergencia a la conciencia del presbítero que tiene el deber de acudir atentamente a todo fiel que legítimamente pide su asistencia espiritual. También veo un uso inteligente y malicioso por parte del obispo de las palabras pronunciadas por el Romano Pontífice para vacunarse. De hecho, la frase del Papa: "Vacunarse es un acto de amor" obviamente tiene sentido, pero es una paréntesis paterna y no un pronunciamiento ex cátedra, una exhortación obediente, no es un pronunciamiento dogmático vinculante en materia de fe y moral. Porqué , en este punto, también vacunar contra otras enfermedades puede considerarse con razón un acto de amor, así como mantener su cuerpo sano u observar una vida sana y moralmente irreprochable. Es de extrañar, es necesario que el Papa o un obispo entienda esto o exhorte esto? Nosotros los padres des La Isla de Patmos, que los tres éramos autores de un libro dedicado a este delicado tema La Iglesia y el coronavirus, hemos manifestado públicamente en varias ocasiones que hemos sido vacunados, cuándo estuvo disponible la vacuna y cuándo nos tocó a nosotros, porque hemos decidido libre y conscientemente confiar en la ciencia y en las indicaciones de expertos y especialistas. Pero presta atención a las palabras y al significado de las palabras.: lo hicimos ejerciendo nuestra libertad y decidiendo confiar, así que actuamos para escritura de confianza, que es una acción que nunca debe confundirse con una Acto de fe, que es otra cosa. Hoy uno se pregunta seriamente: la ciencia en la que primero confiamos, pero sobre todo la política que a veces parece utilizar la ciencia como instrumento contundente, quiere uno de los nuestros escritura de confianza o uno de los nuestros Acto de fe? Porque la fe se basa en dogmas., pero la ciencia no es, de hecho, en todo caso, se especializa en reírse de él, hasta llegar a ciertas corrientes de la psiquiatría que sitúan la religiosidad en el contexto de las neurosis.

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No me parece recordar que en el pasado se hayan hecho exhortaciones episcopales procurar que el clero secular o religioso comiera o bebiera con mayor moderación -ante los numerosos casos de alcoholismo crónico y obesidad severa aún presentes entre las personas consagradas- y mucho menos el consejo de practicar una vida más deportiva, algo que sin duda habría evitado usar, ya desde los años de formación del seminario, el tamaño 52 del pantalón que aumenta con el aumento de los encargos recibidos. Y no quiero detenerme en el lamentable y delicado caso de los sacerdotes que han caído en las diversas adicciones, algo que no se puede decir de la modestia clerical pero que de vez en cuando sale a relucir en las columnas de noticias [verás aquí, aquí], pero si alguien quiere profundizar en estos dolorosos temas relacionados con la decadencia moral del clero, solo lee el libro Y Satanás lo hizo trino en Ariel S.. Levi di Gualdo.

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Excelencia Reverendísima lo que hacemos? También prohibimos ai gente gorda, a los borrachos y empleados de diversas clases el cuidado de las almas porque son incapaces de actos de amor? Queremos proponer a la Congregación para el Clero una catarismo pastoral en el que sólo los duros y puros pueden ejercer el ministerio sacerdotal mientras los demás son enviados a casa? Mientras Vuestra Excelencia lo piensa, Quisiera reiterar el peligro concreto de utilizar la coartada del amor libre de todo y de todos como refuerzo de las propias ideologías. eslogan. Ya hemos visto legiones resplandecer y arcoiris de hombres que quieren convencernos al son de El amor es el amor, este tema al que Ariel S y yo. Levi di Gualdo le hemos dedicado nuestro libro: De Prozan a Prozac. Por ello, si un acto de amor es suficiente para arreglar las cosas, ¿Cómo podemos seguir culpándolo?? Si un acto de amor es suficiente para justificarlo todo, también consideramos la eutanasia como un acto de amor hacia el moribundo o el aborto como un acto de amor hacia una mujer que desea realizarse.

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La verdad, He aquí el Reverendísimo, no consiste en que sus sacerdotes se resistan a ofrecer el brazo a la patria para ser vacunados - considerando que casi todos los sacerdotes italianos estamos vacunados -, pero que probablemente hay una dificultad obvia en relacionarse con ellos. Esto excluye toda libertad., favoreciendo las limitaciones apresuradas y el endurecimiento entre las partes.

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Si Dios nos hiciera esto cada vez que pecamos o que desobedezcamos deliberadamente su voluntad, que seria de nosotros? que seria de dios? Pero no, Dios sigue teniendo una relación con nosotros., una comunión propiamente dicha y sobre todo cuando nuestra libertad de niños es más tambaleante y fracasa. Dios envía continuamente a su Verbo encarnado para darnos esa misericordia hecha carne que es la única que puede devolver la salud a nuestra comprometida libertad filial.. Somos libres sólo si estamos en comunión, como padre obispo esperas con preocupación y temblor a sus hijos, sacerdotes y laicos en la puerta, no circunscribirlos con medidas restrictivas sino envolverlos con ese abrazo al cuello [cf.. Lc 15, 20] que disuelve toda resistencia y deja en claro que el padre siempre lo es, sobre todo cuando se equivoca, y es padre de los vacunados y de los no vacunados, que como padre busca, a veces con dificultad, la unidad de, ciertamente no se presta a crear fracturas y divisiones dramáticas. Así que es padre de vírgenes consagradas y al mismo tiempo -quizás aún más- de mujeres que abortan., necesitados de su acogida y de su perdón mucho más que las vírgenes consagradas.

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Pero estos nuestros son discursos católicos, tal vez obsoleto y tal vez incluso molesto, mientras todo lo demás es aburrido, como cantaba Franco Califano: pero el aburrimiento, chica, chica …

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Laconi, 13 Enero 2021

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