Savonarola, el Borgia, Lutero y … “La Banda del Buco”
SAVONAROLA, El BORGIA, LUTERO Y … BANDA DEL BUCO
Puntual como la muerte en el Calvario después de que el Señor ha sido maltratado por toda la Vía Dolorosa, llega un nuevo artículo anti-bergogliano por de la Banda del Buco que para invitar a la desobediencia hacia el “Iglesia apostática” y el “Papa hereje” utiliza esta oportunidad el Padre Enrico Zoffoli [ver artículo AQUI] como anteriormente habían intentado abusar de la figura del padre Divo Barsotti, al cual contestó uno de los padres de la Isla de Patmos [AQUI]. Pero como la audaz “teóloga” de la Banda sigue en sembrar falsos históricos basados sobre todo en torpes extrapolaciones, la Redación se complace en publicar un artículo de archivo del Padre Giovanni Cavalcoli en el cual nuestro distinguido teólogo dominico habla exactamente de dos de las figuras maltratadas a través de la citación en cuestión de una obra utilizada de una manera engañosa: Girolamo Savonarola y Alejandro VI.
En el complejo debate actual relaciondado al significado que debe darse a la variedad y a la multiplicidad tan diversos gestos, del comportamiento y las enseñanzas del Sumo Pontífice, puede ser útil tentar de hacer luz sobre los principios que deben guiarnos para evaluar, en la medida de lo posible, un pontificado que junto a los estilos tradicionales, muestra de los exploits que inicialmente aparecen desconcertantes por su inusualidad comparándolos con el comportamiento de los Papas anteriores, incluso yendo demasiado atrás en el tiempo. No es necesario dar ejemplos, que son visibles para todo el mundo, pero entremos sin alargar las cosas en la medias res. Para ello he decidido ofrecer al lector el caso de dos personalidades gigantescas y famosas en la historia del cristianismo, los cuales, aunque vivieron hace muchos siglos, pueden ofrecernos puntos de reflexión y lecciones valiosas sobre las cuestiones que nos proponemos para saber cómo juzgar el comportamiento de un Pontífice: cuáles son los límites y el alcance de su autoridad, donde el buen católico debe obedecer tranquilamente y donde en cambio de esto se le permite avanzar críticas y reservas.
Tanto Savonarola como Lutero fueron reformadores de la Iglesia: pero cuánta diferencia entre uno y el otro! Mientras Savonarola parte de la idea de que la Iglesia tiene en sí misma tal y como es concebida por el Magisterio considerarla conforme con el Evangelio, Lutero pone la creencia de que la esencia de la Iglesia que es presenta por el papado, falsifica el ideal evangélico y por ello pretende corregir el Papa en el concepto de Iglesia. De aquí las consecuencias lógicas: mientras que para Savonarola la reforma, es en la línea de enseñanza de Santa Catalina de Siena, es una cuestión de caridad, es decir, para poner en práctica de la verdad en la obediencia al Papa Maestro de la fe, sin ahorrar al Papa amorosos y cordiales llamados a cumplir con su deber, para Luther es una cuestión de la verdad, en el sentido de que se trata de restaurar a la Iglesia su evangélica esencia desfigurada por las enseñanzas del papado.
No es que naturalmente el Savonarola no tuviera en consideración la verdad, aunque porque, como un buen Dominicano, hizo de ella la Estrella Polar y la pasión de toda su vida y la causa de su martirio, pero la caridad precisamente como aplicación de la verdad, plena y lealmente aceptada por él del Magisterio de la Iglesia. Incluso Lutero, ciertamente, se presentó a sí mismo como defensor de la verdad; pero cuánto debemos creer a esta declaración, cuando vemos la terquedad y la injusticia con la cual la niega? Así Savonarola, justamente severo contra las costumbres de Alejandro VI, ni siquiera sueña en reprocharle en materia de doctrina, donde respeta plenamente el Sucesor de Pedro, y aun cuando a un cierto punto propone la convocatoria de un Concilio, siempre y cuanto implique que se debe reformar la Iglesia bajo la guía del Papa, algo que es totalmente extraneo a la apelación inicial hecha por Lutero; apelación que, Inicialmente influenciado por conciliarismo husita, posteriormente abandona, sabiendo que para la Iglesia es inconcebible un Concilio no presidido por el Papa, el mismo Papa que él contestaa no sólo en su conducta moral, sino propio en su derecho a ser Papa, cosa que Savonarola nunca tuvo absolutamente en mente. No hagamos una husita de Savonarola. Se puede deponer a un Papa, pero no el papado.
el profetismo de Savonarola seguía fielmente el ejemplo de los profetas bíblicos, por lo cual, si por una parte era un llamado a la fidelidad a Dios, de la otra defendía firmemente y sin concesiones la aplicación de la Parola de Dios en la vida de la Iglesia y en la misma vida política.
No nos dobemos asombrar que al respecto, nosotros, hijos de la mansedumbre y el diálogo promovidos por el Concilio Vaticano II, de la severodad de los castigos divinos y humanos amenazados por Savonarola, que eran parte de su época con la misma pena de muerte para los delincuentes como para los herejes. También la reforma Savonarola del Estado Fiorentino de inspiración evangélica, en marcado contraste con el fariseísmo pagano de Maquiavelo, hay que verla todo en su momento histórico. en cuanto Florencia era corrupta, todavía era una sociedad cristiana, muy diferente de las modernas sociedades secularistas ideológicamente pluralistas, por no decir ateas, para governar las cuales no sería oportuno o posible un Estado cristiano ya que es mucho el hecho que vengan aceptados los derechos fundamentales del hombre.
Algunos, como el Von Pastor [1], querían ver en esta conducta de Savonarola excesiva severidad e intransigencia; pero con esto se olvidaron de colocarse según la mentalidad de la época, que no escatimaba nisiquiera a los santos, como se pueden encontrar muchos ejemplos en la historia.
Totalmente diverso es el profétismo luterano, basado también en la Biblia, pero en una Biblia adulterada e interpretada en conflicto con el Magisterio de la Iglesia, por lo que el proyecto eclesial y político luternao no podía no falsificar las verdaderas necesidades y perspectivas del Evangelio. Interesante es también la diferencia que existe entre la excomunión impuesta es Savonarola y la de Lutero, conectada con lo que se ha dicho. Ambos despertaron la indignación del Papa por su actitud crítica hacia él. Pero muy diferente fue la crítica al Papa en Savonarola a la de Lutero. Savonarola reprendió la conducta inmoral de Alejandro VI y se opuso a sus injusticias basandose en optimos principios éticos y doctrinales, distinguiendo entre la falibilidad del hombre de la infalibilidad del Vicario de Cristo.
Al contrario, Lutero, atacó temerariamente y scriteriatamente al Papa como Vicario de Cristo, acusándolo de herejía, sobre la base de principios hereticales y dejándose trasportar por un odio furioso y blasfemo.
Savonarola fue excomulgado injustamente y por envidia del Papa Alejandro VI, eludido por informaciones falsas, sin ninguna motivación válida ni doctrinal, dada la pureza de su doctrina, ni moral, dada la nobleza de sus virtudes, y además de que la excomunión fue inválida por vicio de forma y por qué contenía acusaciones falsas, y por ello nula y legalmente inaplicable. Más tarde él fue asesinado despues de un juicio injusto e irregular, en odio a la fe. De hecho, odio a la fe (odium fidei) no es sólo la de los malvados y heréticos, sino también puede ser la del creyente, que, por envidia odia al creyente acusándolo falsamente de herejía, lo que hizo exactamente Alejandro VI. Por esto es lícito, a proposito del Savonarola, hablar de martirio [2].
Es desconcertante que Savonarola fuera enviado a la muerte como un criminal exactamente da quien se suponía que lo debía alabar y apoyar en su lucha heroica por Cristo, es decir, el mismo Vicario de Cristo, El papa Alejandro VI, cegado por el odio y engañado por las calumnias de los enemigos del fraile. En la tragedia de Savonarola encontramos el terrible episodio del padre que mata a su hijo.
El caso de Savonarola es más que único en toda la historia del papado y de la martiriologia: el mismo Papa quien de Dios tiene la tarea de canonizar a los mártires, se convierte en verdugo de un mártir. Es de notar que Alejandro VI celebró correctamente las canonización. Savonarola en cambio martirizado por Alejandro VI. Increíble.
Del que vemos la delicadeza, incluso si de oportunidad extrema, por las razones que diremos, de una posible Causa de Beatificación de Savonarola, Causa que, después de una devoción antigüa de siglos hacia el Mártir, ha sido también desead recientemente por los Capítulos Generales de la Orden Dominicana en base a los estudios clarificadores ya finalizados, como los dello Scaltriti.
En la Orden Domenicana y en otros lugares, después de la muerte de Savonarola surgieron dos corrientes de opinión en su contra: una, demasiado obediente a las censuras de Alejandro VI, encabezada por el mismo Maestro de la Orden Goacchino Turriani, corriente en la que se extendió la fama de “desobediente”, cuando el mismo Papa se arrepintió de lo que había hecho a Savonarola, mientras que el sucesor Julio II dijo que con gusto habría hecho Santo; y la otra corriente, sabia y perspicaz, en la cual aparecnes algunos santos como Santa Catalina de’ Ricci, San Felipe Neri y, en tiempos recientes, el Beato Giorgio Frassati, los cuales lo veneraban como Santo y como Mártir.
Bien diferente es el destino póstumo del luteranismo, quese conformó y continúa a configurarse hasta nuestros días como factor de una tragica división en la Iglesia, que nisiquiera el ecumenismo iniciado por el Concilio Vaticano II ha podido remediar y de hecho continua fomentar otras herejías, como el del modernismo. Ningún católico con sentido común piensa hacer de Lutero santo, que del resto es despectivo hacia el culto a los santos, al contrario del Savonarola, devoto increible de los Santos comenzando de la Santísima Virgen, y objeto de veneración en los siglos hasta nuestros días. Savonarola, de hecho, es un modelo perfecto y actual predicador domenicano franco, valiente, ardiente, observante, generoso, amante de la sana doctrina, de la Iglesia y de las almas. Él por lo tanto sirve excelentemente para hacer entender a la gente la diferencia entre el Papa como maestro de la fe y el Papa como el juez supremo y pastor universal de la Iglesia.
El Papa es infalible en la potestas docendi, no en la potestas iurisdictionis sive gubernandi Ecclesiam y nisiquiera es impecable en la conducta moral. En estos campos se pueden cometer delitos graves, por lo que se comprende como Dante, que había entendido todo, podía ubicar a Bonifacio VIII en el infierno. No hay duda de que los santos son modelo de obediencia; pero hay que terminar ya con la exaltación de una especie de obediencia supina y temerosa, una falsa obediencia, que viene a ser en práctica, una connivencia con el pecado y humillación ante el potente del momento. Se obedece al bien y no al mal. Quien obedece al mal con la excusa de la obediencia no es un santo, sino un hipócrita o un falso. Esta sagrada verdad es necesaria “gritarla a todo el mundo”, decirla finalmente con voz alta contra todos los intolerantes y los sirvientes de los poderosos. Santo es también quien rechaza la falsa obediencia. Esto es por tanto, no tener que asumir la apariencia de los manifestantes de los años sesenta o la arrogancia de Rahner o de Mancuso, que son figuras de la hipocresía, obedecer a Dios antes que a los hombres. Se golpeen con dureza a los verdaderos desobedientes, como Lutero y todos los herejes, en lugar de hacerlos campeones de la libertad y la reforma.
Alejandro VI, por otra parte, reconoció, mientras todavía vivía el fraile, que la doctrina de Savonarola era ortodoxa y que él mismo, después de haberlo condenado a muerte con con cargos vanos de desobediencia, se arrepintió del grave acto citando como excusa de haber sido mal informado y de haberlos excomulgado fuera de su intención (praeter suam mentem). Scaltriti de hecho muestra que las órdenes dadas al Savonarola por el Papa Alejandro VI fueron injustas e ilegales y por lo tanto no válidas. De ahí que la consecuencia de la nulidad de la excomunión motivada por el papa por el hecho de que Savonarola hubiera desobedecido. Savonarola viceversa inmediatamente sintió la injusticia y la nulidadjuridica de los comandos papales, en cuanto que, como mostró claramente él mismo, eran “contra la caridad”, osea contra la voluntad de Dios y, como demuestra por Santo Tomás, el injusto orden de un superior, contrario a la ley de Dios o de la Iglesia, no merece ser obedecido, porque en este caso “talis oboedientia esset illicita” [3]. Así mismo para Aquino una excomunión, incluso papal, puede ser injusta o ilegal y por lo tanto invalida y en sí misma nula, osea sin efecto. En este caso, la persona afectada sigue siendo enteramente libre del injusto y vergonzoso procedimiento y de sus consecuencias, por lo que mantiene intacto su honor y buen nombre entre los buenos fieles y permanece en comunión con la Iglesia y con el Papa, no en cuanto ha errado, sino en cuanto Papa, Vicario de Cristo. La ignominia la hace el prelado que lo ha excomulgado, también el Papa, quien es responsable de reparar y restaurar a la persona inocente afectada en su honor y en su buen nombre. Dice Aquino: “si sit talis error ex parte sententiae, qui sententiam nullam esse faciat, non habet effectum, quia non esset excommunicatio” [4]. Con esto mismo caen las disposiciones disciplinarias o punitivas relacionadas con la excomunión.
Lutero, en cambio, como se sabe, fue justamente excomulgado por el Papa León X con optimas razones basadas en sus herejías y en la arrogancia y obstinación de su conducta. Como veis la diferencia abismal que separa la conducta de Savonarola de la conducta de Lutero contra el Papa. Savonarola sabía donde es necesario obedecer al Papa y donde es posible resistir. Por esto, en el caso de Lutero, grave fue la culpa de los que con desprecio de la excomunión, en lugar de llamarlo a la obediencia al Papa y regresar de sus herejías, condescendieron a su furia herética y anti-papal sin tomar en cuenta el valor y los efectos de la excomunión.
Savonarola excomulgado injustamente fue ejecutado; Lutero, excomulgado salvó la vida. Un poco de responsabilidad en estas terribles injusticias la tienen sin duda la familia Medici, una poderosa dinastía florentina, que dieron nacimiento por dos siglos, exactamente durante el neopaganismo del Renacimiento, a muchos obispos y cardenales e incluso dos Papas, León X y Clemente VII, los cuales marcaron una triste parte principal en la historia del luteranismo, después de que los Medici de finales del siglo XV contribuyeron a la caída en desgracia de Savonarola, en primera fila como lo fueron en el libertinaje, en el lujo, en la codicia y el exceso de poder de la clase política florentina, tanto regañada en los sermones vehementes del Profeta Dominicano, e incluso favorecida por el Papa. Lutero en cambio hizo una tremenda confusión entre el Papa como un hombre y el Papa como Papa, haciendo objeto de su impío e implacable odio herétical la figura del Papa no sólo en su aspecto humano, sino también en su misión divina.
Tanto Savonarola como Lutero ponen al centro de su interés la salvación a través de la cruz de Cristo y proponen una reforma de la Iglesia, a la luz del Evangelio. Sin embargo, profundas son las diferencias. Savonarola haciendose religioso, pretendió convertirse en santo abandonando el mundo corrupto. Ama la observancia regular y siente la necesidad de luchar contra los pecados en la sociedad y en la Iglesia corrigiendo la corrupción moral , la luz de una fe perfectamente ortodoxa y cristalina. Lutero en cambio, temiendo fuertemente y con miedo de no salvarse, se hace religioso para tener una mayor seguridad de salvación, sino, infectado por una concepción Ocamista de la relación del hombre con Dios, por la cual Dios es bueno, pero se presenta como un déspota hostil con el hombre, mientras que el hombre se salva por obedecer irracionalmente a Dios, no se plantea en la justa relación con Dios, porque no alcanza conciliar en Dios la sabiduría con la bondad, la misericordia con la severità, miedo con amor, la confianza con la reverencia. Llegado a un punto de desesperación insoportable, tal como lo conocemos, Lutero creía haber recibido una iluminación divina que, como se dice, le “abirió las puertas del paraíso”, se convenció con entusiasmo, fanátismo y obstinación que su idea, como si estuviera en juego su salvación eterna y la de toda la humanidad, por lo que se quedó atascado por el resto de su vida, a la idea de que Dios de todos modos lo perdonava, aunque si todavía estaba atado al pecado y vencido por el pecado, haciendose la idea de que la gracia podía coexistir con el pecado.
Esto explica el impeño frenético, prodigioso e infatigable Lutero puso toda su vida a difundir por todas partes su idea, considerándose a sí mismo mensajero del verdadero Evangelio contaminado por el Papa, y por ello alimentando exageradamente en los años hasta su muerte un odio feroz contra el Papa, que había condenado su idea, reafirmando la doctrina tradicional de la justificación. De nada sirvieron todos los tentativos hechos para disuadir a Lutero de esta herejía. No había nada que hacer, y he aquí que se extendió por Europa y el mundo en los siglos siguientes hasta hoy. Luther pensó incluso este principio, por el cual abusaba del concepto paulino de la justificación, como la piedra angular de la fe cristiana, “articulus stantis et cadentis Ecclesiae“, y como es bien sabido, consiguió atraer a un incontable número de seguidores, precisamente los llamados “Protestantes”, sin que nisiquiera la reforma tridentina fue capaz de poner fin a este fenómeno.
Nada de esto en Savonarola, que conocía y aceptó la verdadera doctrina de la justificación y la hizo de eje en su vida espiritual y en su predicación, anticipando las decisiones del Concilio de Trento. Savonarola, siguiendo Santo Tomás de Aquino y la doctrina de la Iglesia y de los santos, no tiene miedo de ver a Dios como un Padre sapiente y misericordioso y un Juez justo y misericordioso. Conoce cómo vivir esta verdad y sabe transmitirla a los demás. Así Savonarola hace experimenta de la misericordia divina, sin tomar esta, cómo lo hace Lutero, bajo pretexto para evitar el ascetismo moral, el ejercicio de las buenas obras, y la modificación de sí mismo. Por esto Savonarola nunca siente la tentación de abandonar la austeridad de la vida religiosa, como con la excusa formulada por Lutero que las buenas obras, los sacrificios y penitencias no son suficientes para la salvación, porque sabe muy bien que la observancia regular de los religiosos y monjes, bien moderada y regulada, es un factor esencial, incluso si secundario, del camino de la santificación, a diferencia de Lutero, que, bajo el manto de una falsa idea de que Dios perdona siempre, incluso si no se arrepiente, vuele a la vida secular renunciando a gobernar sus pasiones y a frenar la tendencia a la mentira, propia de la razón humana oscurecida por el pecado.
Es esta falta de disciplina de la razón, infectada de occamismo, que unida a la superbiaal orgullo y la embriaguez del éxito obtenido, conduce Lutero a la herejía, algo totalmente ajeno a la trayectoria espiritual de Savonarola, el cual encambio sabe que al pecador arrepentido el pecado se elimina realmente, aunque si después, dada la inclinación al mal de los hijos de Adán, el pecado siempre se presenta de nuevo. Pero cada vez puede ser cancelado por la gracia. En cambio Lutero, bajo el pretexto de que la condición del pecador es invencible, no se esfuerza para vencer el pecado, antes bien goza en ello, disfrutando de pecar con la excusa de que Dios todo lo perdona, y reteniendose a sí mismo perdonado.
Tanto Savonarola como Lutero son devotos del Crucificado, como salvación y expiación divina de los pecados, pero entendiendo tal devoción de la manera opuesta: mientras Savonarola ve en el crucificado un Dios que está en armonía con la razón, pidiendo a las buenas obras y por lo tanto amigo del hombre, Lutero, malinterpretar el concepto paulino de la Cruz como “escándalo” [I Cor 1,23] de los Judios, y confundiendo el mal de la pena con el mal de la culpa, imagina de padecer con Cristo sin arrepentirse del pecado, sin en el ejercicio de la recta razón y el de las virtudes naturales, por él despreciadasba como orgullo pelagiano y farisaico ante Dios de sus propias obras y de sus propios méritos.
En cuanto a la relación entre la Iglesia y el Estado, diferente es la actitud de la Savonarola y Lutero. Savonarola se siente fuertemente atraído por el deber de proponer públicamente a Florencia la forma en que el Evangelio debe servir al bien común político con referimiento al bien espiritual y moral de las personas y de la sociedad, con respecto al pecado y la justicia. Incluso Lutero concibe que el príncipe cristiano debe esforzarse, ya que es de su competencia y en su poder, ayudar a la Iglesia a encarnar el Evangelio en la historia y en la sociedad civil. Tanto el uno como el otro dan directrices a los príncipes y ciudadanos inspiradas en el Evangelio.
Si bien aún pra Savonarola el Papa, en el ejercicio de su ministerio como Vicario de Cristo y gobernante temporal de los Estados de la Iglesia, tiene la tarea, a la luz del Evangelio, de supremo juez, regulador y promotor de los principios cristianos, Lutero, no da el Papa ninguna autoridad de este tipo, pero el Papa es al máximo un soberano temporal como todos los demás, con la afirmación infundada de representar a Cristo por encima de todas las demás. Así para Lutero la Iglesia, tiene necesidad de ser ordenada y organizada según el Evangelio, también para la ejecución de su misión política, así como espiritual; sin embargo, la Iglesia en la tierra no necesita de un solo centro visible de unidad, una sola dirección central, como sería el caso del Papa en Roma, sino que es una comunidad o una colegialidad de cristianos guiados por grupos, principados y naciones por sus respectivos pastores bajo la única guía celestial de Cristo y del Espíritu Santo.
Para Lutero no hay un Papa, gobernante supremo espiritual y terrenal, por encima de los principes, sino que ada príncipe bajo la dirección del emperador de los romanos, es cabeza de la Iglesia para su territorio, se trate del propio principado o del conjunto del Sacro Imperio Romano. Savonarola, por su parte, trabajó duro por el bien público de Florencia, favoreciendo una república popular, que puso bajo el reinado de Cristo. Él tenía estima del proyecto del rey francés Carlos VIII, el cuál se había convencido, después de la predicación inflamada Santa Juana de Arco, que Francia fue escogida por Dios para derrotar a los turcos y liberar Jerusalén del dominio musulmán. Por esto Savonarola se esforzó porque Florencia, bloqueara a la luz del Evangelio los proyectos de señorío de la familia Medici enemiga del Rey, e hiciese alenaza con él. Como también que Carlos VIII consideraba al Papa Alejandro VI simoníaco y por lo tanto ilegítimo, por ello pensaba también en derrocarlo y a hacer de Italia una tierra de paso que permitiera a sus tropas llegar a la Tierra Santa. Por esta razón el Papa odiaba Carlos VIII, también por el hecho de que el Pontífice, bajo el pretexto de ser el Vicario de Cristo, al cual “ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”, olvidando la otra sentencia, en la que el Señor ante Pilato declaró que su reino “no es de este mundo”, miraba a expandirse a través de su familia Borgia su dominación en Italia. Por esta razón, el Papa ordenó a los florentinos para unirse a la Liga, que el Papa había establecido contra Francia conseguiendo incluso el apoyo del emperador Maximiliano. Pero los florentinos, celosos de su libertad, siguiendo el impulso de Savonarola, se negaron a obedecer al Papa, lo que hizo aumentar su indignación contra Savonarola, y llevó al Papa a añadir una nueva razón para acusar al fraile de desobediencia, cuando esta no afectaba en nada a los intereses de la Iglesia y del reino de Dios, sólo las ambiciones expansionistas del Papa Borgia.
Viceversa, el luteranismo, desde sus orígenes, mostraron cuán falso era su reforma de la Iglesia y de cómo su evangelismo exaltador de la interioridad y de la conciencia en realidad escondían objetivos temporales, de los cuales inmediatamente se beneficiarían los príncipes alemanes para saquear las propiedades de los católicos, para fortalecer su poder, su independencia y su rebelión contra el emperador Carlos V, que con celo ejemplar exigió de ellos su aceptación de las justas medidas pontificias contra Lutero y sus seguidores. Un defecto grave del príncipe del Renacimiento, a los que no podían escapar incluso los Papas, incluyendo a Alejandro VI, era la sed del dominio personal – hoy diríamos “dictadura” – las heridas más amplias posibles de la sociedad, sed bien iluminada y exaltada en el famoso Príncipe de Maquiavelo. Ampliar los dominios era considerado un objetivo normal, codiciado y admirado del hombre fuerte y un signo de heroísmo, incluso a costa de eliminar injustamente , ahora tomando “a golpe”, ahora “león”, utilizando las expresiones del secretario florentino, los opositores o las demandantes al mismo territorio. Esto explica los muchos crímenes del XIV y XV siglo, incluyendo la muerte de Savonarola. Y’ triste tener que decirlo, pero es así. Pequeñas o grandes familias o clanes, sólo que poseyeran un cierto prestigio o poder económico o político, desde los Medici a los Borgia, aspiraban, como se decía entonces , a la “señoría”. Savonarola, al contrario, consciente de la ética política de Santo Tomás, para el cual el príncipe no es el artista que da forma al pueblo, como si se tratara de una obra de arte, sino que es vicem gerens multitudinis, anticipando así la democracia moderna, elaborado para Florencia un estatus político, básicamente la realización del ideal evangélico de la fraternidad y de la Autoridad como servicio, que inicialmente tuvo un gran éxito, pero que pronto fue frustrado por la envidia conjunta de los Medici y Borgia y de las mismas franjas populares, - los así llamados “compagnacci” -, que preferían el régimen laxo, hedonista y pagano de los Medici a la austeridad evangélica y al rigor moral del profeta dominicano.
Educados los dos la pobreza religiosa, Savonarola y Lutero son totalmente ajenos a cualquier objetivo de poder terrenal. Su única aspiración es la predicación del Evangelio a la edificación del reino espiritual de Cristo, con la diferencia marcada, sin embargo, que, mientras Savonarola predica el evangelio en su pureza en comunión con el Magisterio de la Iglesia, Lutero predica un evangelio contaminado por la herejía y en rebelión contra la Iglesia. Savonarola, permanecido así como Cristo, restó fiel al Papa Maestro de la fe, a pesar de los golpes recibidos; Lutero, defendido por los impíos, se rebela contra el Papa que quiere corregirlo de sus errores.
Savonarola y Lutero: dos reformadores, dos rebeldes excomulgados. El primero promueve una reforma real, la segunda promueve una falsa; el primero se rebela al pecado; el segundo se rebela contra el Papa; el primero, excomulgado y asesinado por inocente, el segundo excomulgado libre e incluso si es culpable. El primero muestra cuando el Papa no puede equivocarse. El segundo muestra cuando el Papa sabe condenar. Una lección para nuestros días, en la que todos tienen algo que decir sobre el Papa a tiempo y fuera del tiempo: existen los astutos que quieren explotar por razones de poder fingiendo ser católicos; y hay otros a los cuales lo que hace el Papa nunca es bueno, lamentando anacrónicamente a los papas anteriores al Concilio.
Las dos grandes figuras de Savonarola y Lutero destacan en los siglos para enseñarnos que se puede morir inocentes asesinadas por los mismos hermanos de la fe, mientras que pueden subsistir en el pecado con éxito y dando a entender que son los católicos del futuro.
Fontanellato, 2 Febrero 2015
NOTAS
[1] La . Von Pastor, Storia dei Papi, Desclée&C.ie, Roma 1912, vol.III, pp.146-153
[2] Todos estos datos se pueden encontrar en el libro “L’ultimo Savonarola”, Edizioni Paoline, Roma 1976, studio documentatissimo del P.Giacinto Scaltriti, quien durante cincuenta años cultivó un interés Savonarola. Cf también A. D'Amato, Savonarola martire della verità, Faenza 1998. Una buena defensa es la voz de Savonarola Savonarola de Roberto Ridolfi, en la Enciclopedia Cattolica, vol. X.
[3] Summa Theologiae, II-II, q.104, a.5, 3m.
[4] Summa Theologiae, Suppl., q.21, a.4.
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