La apología del orgullo
— Los pecados capitales: la soberbia como rechazo de la verdad —
LA APOLOGÍA DEL ORGULLO
Entre el panteísta que cree ser el’Yo absoluto y el demente que cree ser Napoleón, la diferencia radica en el hecho de que ciertos círculos académicos creen al primero y lo consideran un genio, mientras que se compadecen del segundo considerándolo como, ,justamente,, necesitado de curas. Pero no se dan cuenta que el factor propulsivo fundamental de la actitud de ambos es el mismo: una arrogancia sutil, inteligente y refinada, nutrida por largos estudios filosóficos-teológicos en el profesor de la Universidad o en el teólogo, perfecto fariseo; y una soberbia áspera, gruesa y ridícula en el segundo.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz
No es la luz
para que no sean reveladas sus obras [Juan 3,20]
Nadie puede poner un fundamento
diferente de lo que ya está allí
[I Cor 3,11]
LA CUESTIÓN DE LA SOBERBIA
La soberbia es conocida ya en los ensayos paganos, que la representadas con el mito de Narciso, de Icarus, de Prometeo y de los Titanes. En la literatura griega hay muchos personajes soberbios, matones vistos con admiración, como algunos héroes homéricos. La soberbia se dice en griego yperefanìa, palabra compuesta que implica la idea de mostrarse superior a lo que realmente es. A ella corresponde el latino superbia. En ambos casos el significado del término es ambiguo: puede significar sì el vicio, pero también puede tener forma positiva de superarse uno mismo, magnificencia, noble sentir, orgullo, lo que nos hace comprender cómo el mundo pagano no tenía las ideas claras sobre este punto tan importante de la acción humana.
Era necesaria la sabiduría judeo-cristiana para darle a la soberbia un significado negativo, vinculado a la desobediencia a Dios, oponiéndola humildad y diferenciaándola de la justa aspiración humana de superar sus carencias, la grandeza y la subida a Dios. No se trata de una tendencia sobrenatural, que con esto lo anularía, sino simplemente una necesidad de perfección. Jesús en el Evangelio de marcos [7,22] condena sin mediaciones la soberbia (yperefanìa). Con todo lo que la Grecia, con Aristóteles y Antígona, nos han dejado estupendos ejemplos de humildad, que es el remedio para la soberbia, recordándonos cómo nuestro pensamiento debe estar sumiso a lo real — el famoso realismo aristotélico — y nuestra voluntad debe humildemente aceptar la ley moral natural no escrita, pero impresa en la conciencia.
La soberbia en Grecia se llama también Hybris, expresión que significa pensamiento que va más allá de los límites de lo permitido, Lo que en el sentido etimológico es la entre-cotanza, osea el el trans-cogitare, una conciencia de sí que va más allá de lo que es lícito pensar de sí mismo. LA soberbia tiene una referencia sustancial y fundamental al’Yo y precisamente a la autoconciencia, a la conciencia de la inteligencia y de la propia dignidad espiritual.
LA ESENCIA DE LA SOBERBIA
La soberbia es substancialmente y originalmente el rechazo a a someterse a la verdad, la verdad sobre sí mismo y sobre Dios. Esto se hace claro en el relato bíblico del pecado original. Por cuanto sea extraño para una criatura como el hombre, hecho para encontrar en verdad su felicidad, reales siguen siendo las amargas palabras de Cristo: «Los hombres han preferido la oscuridad a la luz» [Juan 3,19]. Y la causa de esto no es nada más que la soberbia, triste herencia del pecado original. Ella es por lo tanto un pecado de pensamiento de nosotros mismos; es un examen de sí mismo y de la propia dignidad o grandeza, que no está dentro de los límites de la verdad y del justo, no está regulado por el real o por el ser, no reconocer los límites de la propia esencia creatural, haciendo que el sujeto mismo tenga una consideración y un estima superior a lo que realmente es. Y esto se llama presunción.
Dificilmente la cultura liberal contemporánea entiende y acepta que pueda existir un pensar culpable y reprobable, que se pueda pecar en el pensamiento, convencida de que el pensar como tal pueda crear el verdadero come crean y complazca, ebria cmo es de una falsa libertad de pensamiento, ignorando que el pensamiento es realmente libre y sano, cuando se somete a la verdad objetiva y a la realidad externa, independiente del yo o del pensamiento, creado por Dios y no por el hombre. La soberbia es una forma de autoengaño con el cual el soberbio intenta seducir y fascinar a otros haciéndoles cree a ellos de ser lo que él, en su delirio, Imagina de ser. La soberbia produce así jactancia y fanfarroneo, típicos de aquellos que siempre necesitan tener a alguien a su servicio, de ser al centro de la atención, de hablar con orgullo a los demás incluso sin ser preguntarles, de los propios talentos excepcionales y de sus grandes empresas, superiores a las de muchos otros.
Entre el panteísta que cree ser el’Yo absoluto y el demente que piensa ser Napoleón, la diferencia radica en el hecho de que ciertos círculos académicos creen al primero y lo consideran un genio, mientras que se compadecen del segundo considerándolo como, justamente, una persona necesitada de cuidados. Pero no se dan cuenta que el elemento propulsivo fundamental de la actitud de ambos es el mismo: una arrogancia sutil, inteligente y refinada, nutrida por largos estudios filosóficos-teológicos, en el teólogo o en el profesor, perfecto fariseo; y una soberbia áspera, gruesa y ridícula en el segundo. Pero tal vez necesitaría de curas el primero, remediando a su soberbia con con un arrepentimiento sincero y el ejercicio de la humildad, que hace alcanzar aquella verdadera grandeza, que la soberbia promete en modo falaz.
La sobebia es a menudo el vicio de los intelectuales y de las personas cultas, refinada, controladas, corteses, dotadas intelectualmente, graduadas. Pero precisamente aquí está la trampa y el problema: que estos, en último ánalisi y en modo especial, caen en la abominable categoría de «ricos», de los cuales Cristo habla, como egoístas y explotadores, ambiciosos y codiciosos y al final malvados y candidatos a la condenación. Es grave no usar en el socorro a los pobres las propias riquezas materiales; pero es aún más grave la apología de la soberbia, que hace desperdiciar las propias riquezas espirituales y empuja a las almas a rebelarse contra Dios y de ir al infierno.
EL PECADO DE LA SOBERBIA
Pero como el soberbio engaña? Cómo actúa? En qué modo? Por cuáles vias? Bajo qué pretextos? Con tales sofismas y asrtucias? El soberbio utiliza nuestra necesidad innata de grandeza y autoafirmación, por ejemplo, la certeza de la verdad y a seguridad de hacer el bien. Todas las cosas dignas de sí mismass y más legítimas, donos y comandos que nos vienen de Dios. El soberbio engaña dándonos a entender de diversas maneras que nuestro Yo o la humanidad vale mucho más de cuanto todo inicialmente, empíricamente aparece. Se esfuerza por demostrar que no estamos sometidos a nadie, sino que somos origen y regla de nosotros mismos.
No se trata de reconocer una realidad fuera de nosotros mismos e independiente de nosotros, sino que somos nosotros a poner el real y nosotros mismos con nuestro pensamiento y nuestra voluntad, puesto que la realidad no es más que nuestra manera de pensar: el ser es el ser pensado, Esse est percipi. No existe principio o fundamento del conocimiento y de la acción objetiva y cierta, uno para todos; y cada uno de nosotros es libre de establecer el principio que prefiere.
Para el soberbio el mundo no es un mundo en sí mismo, que deba ser explicado de una causa diversa y que no sea nosotros mismos. El mundo es nuestro mundo, es lo que pensamos y queramos ser mundo. El mundo es el resultado de nuestro pensamiento y de nuestras acciones. No se trata del simple hecho que nosotros conocemos lo que hacemos, según el famoso lema de Gian Battista Vico, Verum ipsum factum est, pero la afirmación impía de su propio mismo ser.
Indudablemente, las personas mezquinas, por objetivos limitados, incapaces de abstracciones intelectuales, que viven la jornada en medio de tantos problemas o banalidades o inmersos en vicios carnales, dotados con un realismo crudo, de alguna manera están protegidos de creer a los delirios de grandeza y locos sueños de los soberbios, que prometen de tomar conciencia de ser Dios o el absoluto, en el que tal vez incluso no creen, para alcanzar el conocimiento absoluto o una libertad infinita y la omnipotencia, que el hombre carnal no interesan ni juzgan posibles, estando satisfechos, usando una frase de Sartre, de nourritures terrestres. Estas personas, sin duda, pecan, pero no en modo tan grave y responsable como los orgullosos, sea por la materia del pecado de los soberbios, que toca más de cerca a la vida espiritual y el destino eterno del hombre, sea por el hecho que el pecado de la soberbia consiste en una lucidez de conciencia, un cálculo astuto y un libre albedrío, que no existen tan perfectamente en los pecados carnales, los cuales, aunque pueden ser graves, son generalmente más un efecto de debilidad o empuje pasional que de malicia, porque a menudo tienen sus orígenes ocasionales en una mala educación recibida, en ambientes degradados moralmente, en situaciones de miseria o abandono, o con un marco de fondo psíquicamente tarado o insuficiente.
la soberbia, es más difusa en los ambientes cultos y en las clases altas, orgullosos de su calidad, riqueza y prestigio social, civil y eclesiástica, puede hacer uso de sofisticadas coperturas culturales y pretextos ideológicos, tratados con gran habilidad de diferentes filosofías y religiones, en particular las tradiciones gnóstico-idealista-panteísta, posiblemente ocultistas o esotéricas, que en el Occidente iniciano con Parménides y en la India con Vedanta. La ’Yo se elude de ser o aparecer Avatar o “momento” sensible de lo Absoluto, así que al final tiene que rendir cuentas a nadie de su trabajo, todo le está permitido y llegaría a la perversión moral absoluta, si normalmente no es detenido por normas comunes de convivencia civil y eclesial, ciertamente no por íntima convicción, sino por pura conveniencia, que le permite obtener cargos importantes y pasar por sabio y notable.
La llegada del cristianismo, heredero de la sabiduría del Antiguo Testamento, conscientemente de la condición del ser criatura del hombre, con la predicación de la humildad, su espíritu de penitencia y conversión, su característico realismo epistemológico y culto de la obediencia a Dios, genera una lucha aún más dura contra el espíritu de la soberbia, cuyos orígenes que se remontan al pecado de Adán. Fundamental es el ejemplo de Cristo, que a pesar de ser Hijo, se doblegó asi mismo en la humillación de la Cruz y nos mandó: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» [Mt 11,29]. El cristianismo es sin duda una gran exaltación del hombre llamado en Cristo a ser hijo de Dios, partícipe de la vida divina, pero con la condición de mortificarse y a humillarse delante de Dios y de sus hermanos, a los cuales debe pedir perdón y misericordia.
A la impiedad, al rechazo de lo trascendente y de honrar a Dios, a la auto-divinización, a la magia y a la rebelión a Dios, la religión cristiana reemplaza la humilde confianza, la fiel escucha de la palabra de Dios y de la comunidad eclesial, la devoción, la adoración, la alabanza y la contemplación. A la intimidación hacia el vecino, a la sed de dominación, al egoísmo, al egocentrismo, a la explotación de otros, a la hipocresía, a la altivez, al desprecio, a la arrogancia, a la opresión de los débiles, al desprecio o al escarnio ofensivo de los otros, al orgullo que no perdona, a la permalosidad, a la impaciencia, a la terquedad, a la venganza, a la codicia, odiosas propiedad y consecuencias de la soberbia en las relaciones con los demás, la ética cristiana reemplaza la humildad, la mansedumbre, la dulzura, la indulgencia, la misericordia, la amistad, la gratitud, el espíritu de sacrificio, la entrega generosa, el espíritu de servicio, la disponibilidad, la docilidad, la sociabilidad, la solidaridad, la apertura y la sencillez de corazón, el amor desinteresado.
el soberbio concibe intencionalmente pensamientos que hacen parece plausibles la soberbia o incitar al orgullo bajo falsos pretextos, para encubrir o justificar las propias acciones, ocultando el mal que piensa y que hace. Pero no se dice que quien concibe esos pensamientos, especialmente si los aprende de los demás, o incluso si él mismo es el autor, sea un soberbio y por lo tanto tiene culpa. Puede suceder que, de hecho, que uno le concibe sin darse cuenta de la gravedad de lo que piensa o de sus consecuencias, o quedas engañado creyendo que hizo un gran descubrimiento para el bien de la humanidad. En este caso sus pensamientos son objetivamente perjudiciales y peligrosos, pero quien los formula o quien los acoge en buena fe queda inocente.
Incluso en los hombres santos o dignos como por ejemplo un San Anselmo, un Duns Scoto, un Eckhart, un Cusano, un Suarez, un Rosmini existen doctrinas o principios que, especialmente si se toman radicalmente, son seriamente equivocadas; pero esto no impide que los distinguidos autores sean moralmente intachables. Pecarán aquellos que acogeran estos pensamientos con malicia, para satisfacer su orgullo o sus pasiones. Del resto, No es de hecho dicho que todos los errores sirve a favorecer la soberbia, puesto que hay otros seis pecados capitales, que esperan tener sus apologistas.
DEACADENZA DEL IDEAL DE LA HUMILDAD Y EL RETORNO DE LA SOBERBIA
Con el paso de los siglos el ideal cristiano de la grandeza humana fundada sobre la humildad no fue siempre bien entendida. Después de los signos de la teología emanatista de Scotus Eriugena en el siglo IX, a comenzar del misitricismo alemán del siglo XIV, la asimilación a Cristo fue confundida en Meister Eckhart con una imposible identificación con Cristo, perdiendo de los límites de la naturaleza humana; y sobre todo después del Renacimiento Italiano, con su antropocentrismo inspirado en el hermetismo de Marsilio Ficino, una pesima interpretación de cristocentrismo, recomenzó a hacer presente el antiguo culto pagano del individuo dominador con Nicolò Machiavelli y de la magia con Pico della Mirandola y Giordano Bruno más adelante. Un cristianismo que en vez de incitar a la humildad, bajo el pretexto de la dignidad humana redimida en Cristo, inicia en práctica, a exaltar la soberbia y a incitarla, por supuesto, con todas las posibles consecuencias, siendo conocida la clara oposición de este hábito a las virtud cristiana.
Esto fue al principio, con el humanismo Italiano, timidamente y con gran circinspección; pero en los siglos siguientes cada vez más abierta, hasta llegar a, partir del siglo XVIII, a considerarse la doctrina cristiana de la humildad como enemiga del hombre. la culminación de este proceso se logrará por Nietzsche, a finales del siglo XIX, con su abierta exaltación de la “voluntad de poder” en feroz polémica con el cristianismo. Pero el abrir las compuertas a este torrente de impiedad, que continuamente se ampliará, hasta el día de hoy, será el Luteranismo paradójicamente, que también quería presentarse como cantante de la divina misericordia y enemigo del orgullo humano y su pretensión de avanzar méritos delante de Dios. Pero el hecho bien conocido es que Lutero impostó esta predicación no priva de aspectos conocidos, sobre una base totalmente falsa y sobre las arenas movedizas de la rebelión al Magisterio de la Iglesia, con el pretexto de oponerse a la corrupción moral del papado, dando prueba evidente que su exaltación de la humildad fue una finta, que escondía la substancial soberbia a rebelarse a la autoridad doctrinal del Vicario de Cristo y erigirse a sí mismo como juez de su ortodoxia, rompiendo con esto la misma comunión con la iglesia, que pretendía de “reformar“, cuándo el primero que tendría que reformarse era él mismo. De esta manera el contenido de la revelación cristiana, ya no custodiados por el Magisterio, fueron a encontrarse a merced del primer exaltado o filofastro, el cual, sobre la base de su idiosincrasia y de una cultura hecha recogiendo de todo un poco, y reteniéndose inspirada por el Espíritu Santo, se sentía libre y autorizado a saquear el patrimonio de la revelación, escogiendo o rechazando lo que la garbava y mezclando al final: todo con el “puro Evangelio” de Lutero, con otras ideologías de la mendicidad: nueva forma de satisfacer la propia spoberbia y deseo de fama y notoriedad.
Ya en su vida Lutero, como se sabe, tuvo que tratar con gente como esta, que lo hacían enojarse al máximo, sin que él mismo se diera cuenta que ellos no hacían otra cosa que poner en práctica el acercamiento el enfoque de la escritura, que él mimo en primer lugar estaba practicando, en contraste con la interpretación del Magisterio de la Iglesia. No comprendó que el desengancharse de la supervisión,”episkopè“— y de la dirección del Magisterio no es un fenómeno de la libertad, sino que produce el caos y un bellum omnium contra omnes, enmascarado después por Hegel bajo el eufemismo de la “dialéctica”. Y al parecer todavía hoy que protestantes no lo han entendido. Sirven a ellos el diálogo ecuménico?
De esta manera la soberbia cristiana se convirtió mucho más grave y perjudicial de la soberbia pagana, ya que se esta podía inflar los valores de la razón o la simple fuerza bruta, el hereje que encuentra disponible los inmensos tesoros de revelación, podía adornarse de estas joyas, que el pagano nisiquiera los conocía . Y así nació el panteismo cristiano, especialmente con Hegel y sus seguidores hasta nuestros días. Pero las cosas se volvieron aún más peligrosas, cuando ya no fueron sólo eran exaltados, visionarios y místicos falsos a acercarse a las doctrinas de Lutero y a usar su método de interpretación, sino también filosofos brillantes, con títulos académicos, a tal punto de ganar importancia y crédito en los ambientes cultos hasta la fecha y hasta establecer la teología Luterana y una filosofía que fuera compatible con la doctrina de Lutero. Estos filósofos no tardaron en venir. El primero fue Descartes. Después aquellos que quisieron usar a Descartes para una fundación racional del protestantismo, fueron Leibniz y Wolff. Y la cosa paradójica fue que Descartes fundó un enfoque racionalista a la escritura, así que se empezó a elegir en la Biblia ya no lo que había elegido Lutero, el que era dado por sentado, Pero que debía ser conforme a “la razón”; no más la sana y equilibrada razón aristotélica-tomista, ya recomendada por el Magisterio de la Iglesia, sino esa razón soberbia y orgullosa, que ya había formado objeto del odio de Lutero. Fue así fue que su Fideísmo engendró a exactamente lo contrario, es decir, racionalismo, lo que Lutero quería evitar.
Sin embargo los protestantes pronto se dieron cuenta de la afinidad que el Cogito de Descartes era el yo luterano. El enfoque psicológico era el mismo: el mismo plegamiento del’Yo en sí mismo como fundamento de la certeza; y para ello adoptaron la filosofía cartesiana, aunque nacida en ambiente católico, como la filosofía del protestantismo, a pesar del desprecio de Lutero por la filosofía de la razón. Pero la filosofía cartesiana, a pesar de su racionalismo, parecía más cerca de Lutero de la filosofía escolástica, porque Descartes como Lutero, daban una primacía a la conciencia respecto a la objetividad de la realidad como norma de verdad, principio de, esto, la filosofía aristotélica tomista, apoyada por Roma. Descartes, en cuanto a la razón, rechazó la objetividad de sensible; Lutero, en cuanto a la fe, rechazó la objetividad de la Iglesia Romana. Pero ambos, después, sobre la base del yo, reencuentran, Descartes, la realidad de las cosas externas y la objetividad de la comunidad luterana.
Tanto la conciencia cartesiana como la conciencia Luterana colocaban ellas mismas al principio y a la base de conocimiento: conocer por razón, es el de Descartes; saber de fe, es el de Lutero. Pero nada desde el exterior podía y tenía que contradecir esta conciencia o entrar en esta conciencia, fuente primera de la verdad y de lacerteza. Signo evidente de soberbia.
En Descartes el idealismo de las ideas innatas era explícito, velada por un realismo falso y de conveniencia; en Lutero, básicamente realista a la Ockham, el idealismo implícito saldrá a la luz por fuerza del tratamiento cartesiano, que el luteranismo sufrirá por obra del idealismo trascendental en el siglo XIX.
LOS DOS REFORMADORES
Por lo tanto estas dos figuras paradigmáticas, estrechamente entre ellos asociados, en este proceso de decadencia del ideal de la humildad y de reactivación mascarada por la trampa de la soberbia: Lutero y Descartes. Obviamente en palabras ellos rechazan la soberbia, sabiendo, como cristianos, que se trata de un vicio capital. Sin embargo en la práctica elaboran un pensamiento tal, que objetivamente, quizás sin ellos mismos si se dan cuenta, expresa una condición de espíritu y un intento que aparecen claramente inspirados a la soberbia y que por lo tanto en realidad, independientemente de sus intenciones y declaraciones, dan la apariencia de virtud a la soberbia. Ambos pretenden fudar un pensamiento cristiano tal que pudierá corregir la impostazione de su tiempo. Lutero quizo corregir el Magisterio de la Iglesia en la interpretación del Evangelio y de la escritura; Descartes creía que tenía que dar una base definitiva de certeza a la filosofía, hasta entonces, como se dice, colocadas sus bases inciertas, en el intento de dar una solida base racional a las verdades de fe y de la teología. ¿No es quizas, también, esta soberbia?
Lutero insiste mucho sobre la humildad en polémica contra la soberbia, continuando en esto uno de los temas de fondo de la espiritualidad agustiniana y medieval en general; pero distorsiona gravemente el significado de los conceptos, porque en su mente la humildad se convierte en aceptar la impotencia de la razón y del deseo, esclavas de la lujuria y comporta la fe en la gracia sin obras; mientras la soberbia sería la actitud de quienpretende de colaborar con la razón y el libre arbitrio a la obra de la gracia. La humildad, sin embargo, observo yo, no implica ninguna renuncia a las obras racionalmente y voluntariamente realizados bajo el influjo de la gracia en vista de nuestra salvación. De lo Contrario, es sólo el resultado de la humildad, por la cual, confiando en Dios, humildemente aceptamos el plan de salvación, que implica precisamente esta sinergia de lo humano con lo divino, todos dos provienen de Dios.
¿Qué humildad puede encontrarse en la rebelión al Magisterio de la Iglesia? Otorgamos la legitimidad de la protesta contra ciertos abusos administrativos de Roma y contra la corrupción del papado; pero la acriud loca con que Lutero ataca el mismo sagrado ministerio del Papa, lleva a Lutero a quitar cualquier credibilidad como predicador de la humildad. Además, como hizo notar a Lutero el emperador Carlos V en un duro pero justo proceso , ¿qué puede haber empujado a un simple monje agustino, y doctor en teología, a considerarse, él solo, después de quince siglos de cristianismo, contra todos los papas, los Concilios, los Santos Padres, los Santos doctores y Santos que le precedieron, el descubridor del verdadero evangelio, hasta entonces enterrado en la magia, en la superstición y en los cuentos de hadas, si con una loca e inconmensurable soberbia? Y luego,, ¿Qué humildad?
en realidad en el yo de Lutero, bajo las apariencias del amor por la palabra de Dios, se esconde un principio de soberbia, que efectivamente con una observación superficial puede confundirse por ardiente celo por la palabra de Dios y la reforma de la iglesia, pero que no es difícil en reconocer considerando el orgulloso y testarudo sentimiento que Lutero ha de este yo, que él dice sí, de someterse a la palabra de Dios, pero que en realidad falsea y rechaza esta misma Palabra cuando se niega a escuchar la interpretación de la Iglesia. Es una falsa humildad que dice someterse a Cristo y a su evangelio, pero rechaza, con el acto de la soberbia, la obediencia a la Iglesia y al Papa.
Descartes no cuestiona abiertamente la humildad o de orgullo; sin embargo, es evidente para quien lee cuidadosamente sus escritos fundamentales, como él sea movido por un estado de ánimo de fanfarron y presuntuoso, más allá de todas sus garantías para buscar sólo la verdad. De hecho, él demuestra que no es sincero en estas declaraciaones, Mantenga su afirmación insensata de presentarse como aquel que, Después de milenios de incertidumbre de la razón humana, incluso en los más grandes eruditos que lo han precedido, incluyendo, por tanto, la sabiduría judeo-cristiana, finalmente llega él a dar a la humanidad fundamento cierto e impertérrito al saber para todos los siglos por venir. Es difícil entender cómo un fanfarrón fuera capaz de reunir a su alrededor tanto elogios hasta la fecha y se le considera al fundador de la “filosofía moderna”. La filosofía de Descartes de hecho dado ese fundamento absolutamente y definitivamente cierta base de conocimiento, que había prometido, ni lo podía hacer, porque esta fundación ya existía en el realismo aristotélico-tomista, recomendado por los siglos de la Iglesia, mientras que las obras de Descartes fueron puestas en el índice 1663.
Incluso el famoso principio del Cogito, responde a una actitud de la mente que carece de humildad. De hecho el Cogito se presenta como respuesta decisiva ante una duda absurda, que involucra la certeza del conocimiento sensible, que es el principio y la base del conocimiento humano, sobre la cual se edifica todo edificio del conocimiento; por lo cual, Si no se tuviera valor, cualquier otro nivel superior de conocimiento es imposible. El cogito cartesiano presupone que la mente puede entender directamente la autoconciencia y el mundo espiritual sin tener que pasar por una experiencia sensible, lo que no corresponde en absoluto con el verdadero dinamismo del conocimiento humano, que se levanta a la intelección puramente inteligible a partir de la experiencia de las cosas materiales.
La epistemología cartesiana supone un presuntuoso y arrogante desprecio de la dimensión sensorial de nuestro saber, que tenemos en común con los animales y la pretesa de concebir al yo o a la persona como un espíritu puro, confundiendo al hombre con el ángel. En la epistemología de Descartes juega sólo la prudencia que por otro lado es exagerada e irracional, en cuando disociada de la simplicidad de espíritu, que se entrega a la evidencia que es humildemente sujeta, justo el mandato del Señor: «Sencillos como palomas, prudentes como serpientes» [Mt 10,16].
Es sólo prudencia ¿Qué alejar el riesgo del error y quiere tener una mirada crítica sobre la realidad. Por supuesto debemos evitar la ingenuidad que confina con dabbenaggine y tomar todas las precauciones, resolver todas las dudas posibles, pero dudar de la evidencia, duda la indudable es necedad, y indocilità, apaideusia, Aristóteles dice, al contrario de la sencillez, es mandado por el Señor que es sabiduría y humildad. La tarea del filósofo es segura abordar cuestiones subyacentes y resolver dudas y problemas, que arrastra de largo incluso en los sabios o mostrar cómo dudar de lo que hasta entonces parecían ciertas; pero no puede establecer la base de él conocer sus principios de la invención, porque es un logos que ya existe en la mente de cada hombre, tan cierto y fehaciente, y esta es la certeza de la existencia de cosas. De hecho, la base de conocimientos, sentido e intelecto — fundó la evidencia primaria que se basa en, pero no necesita establecerse, precisamente porque es la base, ni puede ser dudado, ¿Por qué no otro aseguramiento externo o superior, como para resolver cualquier duda, Sí que necesita ser sustituido por otro y mejor, porque, siendo la única base, que coloca en duda, lejos de dar garantía, Base y principio en el pensamiento, Desmoronaría de las fundaciones de abrir las puertas al nihilismo.
St. Thomas en su lugar muestra lo real subyacente a principio de certeza no es certeza a la duda, pero la certeza de saber. Duda sobre el principio objetivo del conocimiento no es sabiduría, Ni es prudencia, pero traiciona el orgullo y la necedad de quienes no aceptan la realidad o se retira delante de ella con la pretensión de sustituir con sus propios pensamientos e ideas. La duda, como St. Thomas observa sobre la base de Aristóteles, No es un pensamiento verdadero, pero por el contrario es un bloque y una parálisis del pensamiento, ¿Por qué no tener un objeto real, teniendo en cuenta que el oscila entre sí y no. Por lo tanto, el Cogito Plano cartesiano, lejos de abrir las puertas en el pensamiento, se abre al nihilismo, con la presunción que había finalmente encontrado la verdad en primer lugar a lo largo de la historia de la humanidad. El verdadero principio no confundir el pensamiento con la duda, pero es esta fórmula: Cogito vel aliquid de scio, por lo tanto yo soy.
El filósofo no está prohibido formular hipótesis para la duda sobre la base del pensamiento, de hecho debe hacerlo; Lo hizo el mismo Santo Tomás con su famoso Universalis dubitatio de veritate; pero luego inmediatamente de esta duda o de este horrible infierno, Juzgar absurdo. Descartes, en cambio, Tomó en serio esa duda, por lo cual, como acertadamente observa el Gilson, A pesar de todos sus esfuerzos, Descartes no es más, tan seguro de que él nos da en última instancia se funda en la arena y en la presunción. Y lo que de hecho puede empujar un filósofo quiso sustituir con sus ideas el objetivo del principio de la universal, Si no hay orgullo?
LOS SEGUIDORES DE LOS REFORMADORES
La historia del luteranismo sigue esencialmente dos filamentos: Hay un filamento tradicionalista, capta el organizador de Luther, Pastor y doctor, sus comunidades luteranas encabezadas por sus pastores, como su símbolo de la Iglesia Luterana fe y sus rituales y ministerios, como el bautismo y la cena; es el derecho de la Facultad de teología protestante; y hay un Luteranismo gnóstico, individualista y liberal, no en absoluto desprovisto de valores religiosos y culturales, captura al espíritu de Lutero, carismático y subjetivista, entornos más populares seculares y filosóficas, no nos dan grandes personalidades desde Leibniz a Kant, para Fichte, para Schleiermacher, para Schelling, para Hegel hasta Kierkegaard, Von Harnack y Bultmann.
Mientras que el diálogo ecuménico el primero es fácil y constructiva, dadas las numerosas convergencias entre los credos luterano y católico, la comparación parece más difícil con la segunda línea, Es porque, Mientras que en el primer caso sigue siendo una vista común de la fe cristiana, en el segundo la cámara es un racionalista-gnóstico, y es también por qué, siendo la segunda línea sin una doctrina eclesial común , No podemos comparar el nivel de representantes oficiales, pero debe hacerse con los filósofos individuales, Aunque fundador, que, además, a menudo han absorbido la teología y el dogma en su filosofía.
Mientras que hay doctrina Luterana oficial vigilado por la Federación Luterana Mundial, la comparación con la segunda línea requiere necesariamente la elección del partido según las grandes diferencias que existen entre los pensadores individuales. Aquí es tratar con el kantianismo, una cuenta es tratada por Fichte, una cuenta se trata con el hegelismo y así sucesivamente.
Así es como encontramos académicos especialistas para autores individuales.. En ellas aunque la aplicación del mismo método subjetivista y anarquista de Luther, reacio a ser controlado por nadiey autoridades, no era su tan cacareada conciencia como “Espada de Dios”, lleva a annacquare les va la misma doctrina de Lutero crear sincretismi con otras tendencias filosóficas también limitar todo al contrario d el — este hegeliana plantea dificultades no de —, al contrario de lo que sucede en la primera vena, fiel a la ortodoxia Lutheran. Nuestro voto es que una renovación de la fe cristiana, Gracias a los progresos del ecumenismo, volver a difundir el espíritu de la humildad, ese es uno de los tesoros más bellos del Evangelio, el principio de la verdadera grandeza del hombre y lo que hizo el esplendor cultural, moral y espiritual de la civilización europea en el mundo.
Varazze, 10 Junio 2015
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